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¿Cómo revivir una comunidad y sus frutos?

Paz y bien.

Me han pedido una charla que ayude a motivar el trabajo de toda una comunidad / institución. ¿Cómo podemos, a partir de donde ahora estamos, dar nueva vida a nuestra vocación común?.

 

No sé si es concretamente vuestro caso, pero es un caso tan común, que la falta de vida está en la falta de un amor común, que me gustaría comentar algo sobre un enemigo que lo está matando todo: la ENVIDIA ,que nos separa los corazones, y nos impide trabajar y vivir como un único cuerpo.

 

¿Recuerdas la historia de José y sus hermanos? Habían nacido para trabajar la misma tierra, comer a la misma mesa, cudiar la misma familia.

Cuánto de ese relato está gobernado por la envidia.

 

O la historia de Saúl y David en 1 Samuel. Los celos de Saúl sobre David impiden gobernar un reino y proteger todas sus murallas, cuyos enemigos tenemos más en el interior que desde el exterior.

La envidia es siempre la dinámica que nos impide trabajar como un solo cuerpo.

 

¿Qué es la envidia?

¿Qué nos estropea nuestra dinámica de FRATERNIDAD, de la que tanto presumimos, pero somos incapaces de tener un mismo objetivo, un plan dialogado y sostenido por todos al unísono, amarnos como hermanos en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, corregirnos y sostenernos con pura gratuidad?

 

Tomás de Aquino define a la envidia de esta manera:

Un enojo irracional ante el éxito de los demás.

Es buena, ¿cierto?

 

Gore Vidal, el novelista norteamericano, tiene una gran descripción de la envidia

Él dijo, "Cuando un amigo tiene éxito, algo muere en mí".

Repara en eso, la sutileza, la honestidad que tiene.

Cuando un amigo tiene éxito.

Así que si es un enemigo o alguien que ni siquiera conozco, y tienen éxito, no me importa.

Pero cuando un amigo tiene éxito, algo muere en mí.

Un enojo irracional ante el éxito de los demás.

 

En la "Divina Comedia", Dante castiga los envidiosos cosiéndoles los párpados.

La idea es que consumen su vida entera mirando a los otros, mirando cómo les va, comparándose con los otros.

Así que en el purgatorio sus párpados están cosidos.

 

Una parienta muy cercana de la envidia es la ambición, y debería verse claro el porqué.

Si la envidia es un enojo irracional ante el éxito de los demás, una manera de lidiar con eso es rebajar a la gente.

La otra manera es elevarse uno mismo incansablemente. 

Así que, si sois ambiciosos, os estáis conduciendo delante de la manada todo el tiempo.

De esa forma nunca tendrás que enfrentar esta situación del éxito de alguien más.

Así que la envidia es una pariente cercana de la ambición.

 

El apóstol Santiago es muy sensato cuando, en su carta, trata de los asuntos prácticos del mundo, cuando trata de asuntos del corazón.

Santiago sabe de eso.

Esto es lo que dice.

"Hermanos míos: Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas". Santiago 3:12-17

relaciona apropiadamente la envidia con la ambición.

Son como primas.

Una implica la otra. donde eso existe hay desorden y toda clase de obras malas.

 

La gran tradición se refiere a la envidia como uno de los pecados capitales, pecados mortales. -capital, deriva de "caput" que significa cabeza.

Significa que es una especie de fuente de otros pecados y de otras disfunciones.

Si estoy destruido por los celos, estoy destruido por la envidia, esto hará surgir toda clase de cosas desagradables,

 

¿por qué chismorreamos?

porque queremos mantener a las otras personas por detrás.

Queremos destruir sus reputaciones porque podrían adelantarse a nosotros.

Da lugar a verdadera crueldad.

Sabéis de lo que estoy hablando, compañeros pecadores.

Hacemos cosas muy crueles precisamente porque no queremos que alguien se nos adelante.

Podríamos ser muy agresivos o podríamos ser más sutiles, intentando por ejemplo destruir la reputación de alguien.

Sí, la envidia es un pecado capital que surge de la "caput", de la cabeza.

Como dice Santiago, de allí surgen desorden y toda clase de obras malas.

 

¿Qué sucede con la ambición?

Piensa en todas las cosas malas que se desprenden de la ambición.

…Voy a pisotear a la gente si estoy determinado a estar adelante, a hacer mi plan, a tener razón, a no ayudar tu plan, etc….

…Ocasionaré un caos a mi alrededor mientras intento subir en la escala.

Así es que de esto se desprenden toda clase de cosas malas.

 

Pero luego Santiago hace esta observación, que es muy importante.

Estamos entonces hablando de estas objetividades de la envidia y los celos y la ambición y lo que producen.

Esto es lo que dice él apóstol:

"¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre vosotros?

¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de vosotros?". Está ahora dando un paso más.

Hablamos de todas las disfunciones causadas por la envidia y por la ambición.

Pero ¿de dónde provienen en último término?

Provienen de desórdenes dentro nuestro.

Y todos los maestros espirituales están de acuerdo con esto.

Cuando existe una desintegración en el interior, tiende a haber desintegración en el exterior. Y VICEVERSA

 

Cuando me parto en pedazos espiritualmente y psicológicamente en el interior, tiendo a sembrar el desorden y la desintegración en el exterior.

 

Sabeís qué es un rosetón, esas ventanas hermosas de las iglesias góticas en el centro de las cuales está siempre una representación de Cristo.  

Y luego en círculos alrededor de ese centro se disponen todos los diferentes elementos de esa ventana, conectados armoniosamente entre sí y con el centro.

 

De acuerdo, esa es una imagen del alma ordenada correctamente, ¿cierto?

Centrados en Cristo, todos los elementos que me constituyen en el interior están ahora conectados a Cristo y por lo tanto conectados armoniosamente entre ellos.

Un santo es alguien que encontró esta plenitud, esta integración, por eso es que los santos tienden a irradiar integración en el exterior.

Producen armonía e integración en el exterior de ellos.

 

Pero nosotros los pecadores que nos hemos partido en pedazos —¿qué dice Santiago?

Existe una guerra dentro de nosotros. A eso se refiere.

Me estoy partiendo en pedazos.

Mi mente, mi voluntad, mis pasiones, mis intereses, están desasociados de Cristo y por lo tanto entre ellos.

Y por lo tanto me he convertido en sembrador de discordia a mi alrededor.

¿Suena familiar?

 

Compañeros pecadores.

Cuando estás particularmente en malas condiciones en tu interior, tiendes a hacer cosas peores en lo externo

Eso es lo que está diciendo el apóstol Santiago.

 

Ahora, a la luz de todo esto, tenemos que buscar la solución correcta, y la encontramos precisamente en las páginas del Evangelio:

Jesús está recorriendo con los Doce, y está exponiendo claramente su misión y su identidad. Será rechazado por los hombres que lo matarán. Y luego resucitará de la muerte.

En resumen, está exponiendo la dinámica del Misterio Pascual, una vida vivida con amor de autoentrega en beneficio del reino de Dios.

Está implicando, por supuesto, que ésta es su misión también.

Vosotros sois mis discípulos. Venid tras de mí. Seguid mi camino.

Así que entonces tienen la misma misión, de llevar adelante el reino de Dios, mediante actos de amor de autoentrega.

 

Lo que sigue a esto es una escena que sería realmente graciosa si no fuera tan trágica.

Mientras él está exponiendo esta verdad más profunda, precisamente de cómo su vida se trata enteramente de amor de autoentrega, los discípulos comienzan a discutir ¿sobre qué?

Sobre cuál de ellos es el más importante.

¿Qué está sucediendo aquí?

Y podemos reconocer esto en una familia, en una reunión de café, en una comunidad religiosa o parroquial, en una sociedad, en una cultura.

Lo que está sucediendo aquí es la típica jugada del espíritu envidioso y ambicioso. ¿Quién es el más importante?  

¿Quién de nosotros debería tomar la delantera?

¿Cómo puedo disminuirte y así aparezco mejor?

Este es el conocido viejo juego, pero es directamente repugnante a lo que Jesús justamente ha estado diciendo.

Su misión se trata de superar toda esta tontería y avanzar en la obra del amor, avanzar con la obra del autosacrificio por el bien de la misión.

No estás escuchando una palabra de lo que está diciendo porque sólo te preocupas de la envidia, ambición, quién irá por delante, qué tengo que hacer para llegar a esa posición.

 

En ese punto Jesús hace algo bastante extraordinario.

Toma a un niño pequeño y coloca sus brazos alrededor del niño y lo coloca allí, en el medio de ellos.

Pon esa escena en tu mente:

los discípulos están todos reunidos alrededor de Jesús y él tiene sus brazos alrededor de este niño pequeño.

Y dice esto: Marcos 9:37

"El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado".

Aquí está sucediendo de todo.

Primero que nada, un niño en la época y cultura de Jesús, habría estado en el fondo mismo de la escala social.

Me refiero a que un niño no se lo tomaría seriamente, no se lo habría visto de ninguna manera como a alguien digno de atención.

Somos probablemente un poco más románticos sobre eso, pero en el mundo antiguo no lo eran.

Un niño estaba en el fondo mismo de la escala social.

Un niño no es ambicioso.

Un niño no es envidioso y por tanto ambicioso.

Un niño no quiere llegar a la cima.

 

Jesús les coloca en el medio a alguien en el fondo mismo de la escala social.

En otras palabras, desházte de esta envidia y ambición estúpida.

¿Qué más está diciendo cuando coloca este niño en medio de ellos?

Creo que esto.

Los niños son capaces de ser mandados.

El niño no está recurriendo inmediatamente a su autonomía propia.

Los niños viven en un mundo donde sus padres los mandan.

Hacen lo que se les dice, etc.

Bueno, esa es la actitud correcta en el orden espiritual.

No se trata de mis proyectos, mis planes, mis designios ambiciosos.

No, no.

Hacen lo que se les dice.

Dejan que Cristo los mande.

No es su ascenso en la escala lo que importa, es lo que hacen por el bien del reino.

Está esto también.

Los niños tienen esta capacidad maravillosa, y los padres saben de esto, de ese perderse en el momento presente.

Piensa en un niño cuando juega, y es algo tonto, pero el jugar siempre tiene eso.

Sin pensar en el pasado, sin preocuparse del futuro, sino completamente atrapado en una especie de escape alegre, en el momento presente.  

Los niños tienen esa capacidad.  

Tristemente, o bien se las quitamos nosotros o bien se las quita la vida.  

Pero los niños pequeños pueden hacer eso.  

Pueden perderse en el momento presente.  


Todo maestro espiritual habla sobre esto en la vida espiritual.  

¿Qué nos da alegría?  

Esta capacidad de entregarnos a nosotros mismos por completo al momento presente.  

Como decía la Pequeña Flor, ¿cuál es la exigencia de amor del presente?  

¿Qué me está pidiendo el amor ahora mismo?  

Esto es todo lo que interesa.  

No te preocupes por el pasado.

 

La envidia a menudo mira al pasado y qué han hecho estas personas.

Y me resiente esto, y estoy histérico por esto otro.

 

La ambición mira al futuro, ¿cierto? ¿Qué puedo hacer?

¿Cómo puedo adelantarme? ¿Adónde estoy yendo?


Olvídate del pasado y del futuro.


Sino que, como un niño pequeño, sed capaces de vivir esa especie de escape hermoso, alegre en el momento presente.

De acuerdo entonces, compañeros pecadores, todos lidiamos con la envidia y la ambición.

Todos sabemos que estos conflictos internos, esta desintegración interior produce desintegración en el exterior.

Todos sabemos eso.

Todos sabemos que, aunque escuchamos toda nuestra vida a Jesús hablándonos del Misterio Pascual, estamos preocupados por quién toma la delantera.

 

Entonces ten esta imagen delante de ti:

Jesús con sus brazos alrededor de este niño pequeño.

De eso se trata el reino de Dios.

 




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