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Foto del escritorAlejandro

CANONIZACIÓN DE SAN JUAN JACOBO. Acción de gracias en la catedral de Ourense.

El día 14 de Noviembre de 2024, a las 8 pm, en la Catedral de Ourense, presidida por el Sr. Obispo, Monseñor D. José Leonardo Lemos, se celebró la Misa diocesana de acción de gracias por la canonización de S.Juan Jacobo. Participaron 20 sacerdotes, principalmente de la comarca de O Carballiño, de donde era natural el Santo. Asistieron al altar dos diáconos y tambiénç los seminaristas del Seminario diocesano. La Provincia Franciscana estuvo representada por el Ministro provincial, Fr. Juan Manuel Buján; el Vicario y Secretario provincial, Fr. Francisco Castro; y varios hermanos de las de las fraternidades de la Provincia. varios familiares y vecinos de la comarca del Santo: Concello de Piñor, Parroquia de Carballeda de Cea y O Carballiño. Destacaba la presencia de autoridades de Piñor y de Ourense. La noche estaba fría y algo lluviosa, pero no impidió la presencia de buena cantidad de ourensanos. El grupo total de fieles estaría en torno a los 200. Cantó la Misa la Coral de O Carballiño.



Al pie del Presbiterio de la Catedral, estaba un altar con la imagen de S. Juan Jacobo. La Procesión de entrada salió desde la Sacristía, abriendo delante el relicario portado por Fr.Francisco Castro, al que le concedieron este honor por ser el Comisario de Tierra Santa. Creo que vale la pena reconocer especialmente la homilía del Dr. Obispo por las referencias al Santo y a la vocación misionera franciscana. Nos regaló el texto y lo adjuntamos a esta pequeña crónica. Se lo agradecemos.

Para el 28 de este mes de Noviembre esta programada una conferencia del Ministro provincial, Fr. Juan Manuel Buján, en el Salón de la Diputación de Ourense, a las 8 pm.

Para el 22 de Diciembre, está programada una Misa conmemorativa en la Parroquia de Carballeda de Cea.

Todo estuvo organizado por el Párroco de Verín, D. Oscar Martínez, Delegado Diocesano de Peregrinaciones, quien además ya había organizado la presencia en el acto de canonización en Roma del Sr. Obispo y la Real banda de Gaitas de Ourense.

El Sr. Obispo enviará a la Comunidad Diocesana una Carta Pastoral refiriéndose a esta Canonización. Se adjuntan fotos de la Misa en la Catedral



Homilía de D. Leonardo, Obispo de Ourense.

Misa de acción de gracias por la canonización de

San Juan Jacobo Fernández, mártir

Catedral de San Martín de Ourense, 14 de noviembre de 2024


Excmo. Cabildo Catedralicio.

Rvdmo. P. Ministro Provincial de los Padres Franciscanos.

Excmo. y Rvdmo. Prelado de la Orden de Malta.

Mis queridos hermanos sacerdotes a los que agradezco muy de corazón que os hubieseis acercado, a esta hora de la tarde, hasta esta Casa del Señor San Martín, lugar de la cátedra del Obispo, para concelebrar en este día de fiesta.


Permitidme que felicite al Cabildo Catedralicio y al Delegado Episcopal de Peregrinaciones por haber organizado esta celebración, a este último quisiera expresarle mi reconocimiento, en mi nombre y en de la Diócesis, porque después de solventar una serie de dificultades ha podido organizar nuestra participación en la Canonización de san Juan Jacobo y compañeros mártires de Damasco.

Quisiera hacer presente al párroco de Santa María de Carballeda que en estos días ha tenido que realizar una pequeña intervención quirúrgica y se encuentra convaleciente en estos momentos, motivo por el cual no ha podido asistir a este acto.

Sres. Rectores y Formadores de los Seminarios Mayores “Divino Maestro” y “Redemptoris Mater”. Mis queridos Seminaristas.

Miembros de la Vida Consagrada

Saludo a las Excmas. e Ilmas. Autoridades aquí presentes.

Expreso mi más profunda felicitación a los familiares de san Juan Jacobo que se encuentran entre nosotros y también a los feligreses de Santa María de Carballeda, y a todos los que desde distintos lugares del Concello de Piñor, de O Carballiño y de Cea os encontráis presentes en esta Eucaristía. “Asociación de Amigos de la Catedral de Ourense” y demás representantes de de diferentes instituciones civiles que nos honráis con vuestra presencia.


Hermanas y hermanos, queridos amigos:


Con la primera carta de san Pedro, que hemos proclamado en primer lugar, quisiera comenzar mis palabras dándole un eco especial a lo que acabamos de escuchar: No os extrañéis del fuego que ha prendido en vosotros y sirve para probaros (…). Al contrario, estad alegres en la medida en que compartís los sufrimientos de Cristo, de modo que, cuando se revele su gloria, gocéis de alegría desbordante (1 Pe 4, 12).

Nos hemos reunido aquí, en esta tarde, para dar gracias a Dios porque nos ha bendecido con la santidad de uno de los hijos nacidos en esta tierra. Del corazón de un hijo o de una hija de Dios que vive su experiencia de fe en el seno de esta Iglesia peregrina por las tierras ourensanas, necesariamente, debe brotar un himno de acción de gracias por san Juan Jacobo. Porque todo es para gloria de Dios. Y en el martirio de nuestro santo se revela la gloria de Dios en la pobreza y en la fragilidad de los hombres y por ello nos llenamos de gozo y alegría. Porque, en realidad “la gloria de Dios” es una manifestación de la presencia del Buen Dios a través de sus criaturas, por eso podemos repetir aquí aquel pensamiento de san Ireneo de Lyon: Porque la gloria de Dios es el hombre viviente: y la vida del hombre es la visión de Dios (Contra los herejes, 4, 20, 5-7). Y qué más vivientes que los santos, y qué más gloria de Dios que el martirio, testimonio supremo de amor y fidelidad al Resucitado

Quiera Dios que la historia y toda la existencia de san Juan Jacobo revivan con esta canonización, y deseamos de corazón que sea para gloria de Dios y bien de tantos hombres y mujeres que luchamos por vivir nuestra fe en estas tierras. Para muchos hijos de esta Iglesia la memoria de Juan Jacobo era un elemento más de nuestra historia pasada, quizás su devoción se ha vivido más en Moire o en la parroquia de Carballeda, por su proximidad física a los lugares en donde transcurrieron los primeros veintidós años de nuestro santo, hasta que ingresó en el Colegio de Misioneros de Herbón de los PP Franciscanos y, más tarde, durante el tiempo en que por motivos políticos tuvo que clausurarse este convento, regresó a Moire, en donde pasó veinticuatro años dedicándose a un trabajo cotidiano y sencillo. Esta experiencia de vida silenciosa, de la que no tenemos ningún dato, nos recuerda la vida oculta del Señor.

Cuando Juan Jacobo llama a las puertas del convento de San Antonio de Herbón, solicita ser Hermano lego, por tanto una opción por los servicios más humildes, al más puro sentido franciscano. Cuenta, alguno de sus biógrafos que, cuando se fue al convento, le decía a su madre: “No quiero otro destino que el destino de Dios”. Que traducido a otras palabras, podemos decir: Sólo busco y quiero la voluntad de Dios.

En el año 1835, por imperativo legal, tiene que abandonar su convento de Herbón, en donde había vivido una experiencia de entrega gozosa; no sólo deja atrás el convento, sino también el hábito franciscano que para él tenía un gran significado, y regresa a su Moire natal, al seno de su familia, en busca de refugio. (Mal va una sociedad que elabora y sanciona leyes que atentan contra los sentimientos religiosos y las costumbres de la piedad de un pueblo, eso fue lo que aconteció en aquella España de mediados del siglo XIX). Ojalá aprendamos de la historia para no repetir acontecimientos similares que van en contra de la libertad y de los valores más íntimos del ser humano. Aquella obligatoria exclaustración no solo han significado un atentado contra los sentimientos y la vida de personas religiosas, sino que, además, con el paso del tiempo hemos podido comprobar que han sido una agresión a los bienes histórico-artísticos, a la cultura y a la arquitectura de tantos monasterios y conventos de esta tierra ourensana.


Desde aquel rincón tranquilo y apacible del lugar de Moire, lejos de las problemáticas sociales, políticas y religiosas del momento, la vida de Fray Juan, como le llamaban en Herbón y así firmaba él sus escasas comunicaciones escritas, transcurrió en medio de los trabajos cotidianos del campo y la atención a otras tareas que se le encomendaban, sin abandonar su asistencia a la parroquia y, cuando podía, a la capilla de las Nieves en el lugar de Arenteiro, tal como le había enseñado su madre. Allí transcurrieron veinticuatro años. ¡Toda su juventud!.


Cuando está para cumplir los cuarenta y nueve años, llega a sus oídos la noticia de que los franciscanos estaban buscando voluntarios para ir de misioneros a Tierra Santa. No dudó ni un momento. Y se puso en camino a Santiago de Compostela. Desde allí bajó a levante y en la travesía del Mediterráneo, vuelve a vestir su hábito franciscano. Llega a la tierra de Jesús el día 13 de febrero de 1859. Comienza el último capítulo de su vida, que será muy breve, más que el de Herbón. Su paso por el convento de la Custodia de Jerusalén terminó muy pronto, pero en ese espacio de tiempo sus compañeros testificaron con qué fe visitó los venerados lugares de la Ciudad Santa y de su entorno. Y también se hicieron eco de que en la vida comunitaria se hizo admirar por su fervor y devoción, y por su gran espíritu de humildad. Es allí en donde se le destina al convento franciscano de Damasco. En aquella casa, los frailes aprendían árabe para misionar entre aquella gente y llevaban a cabo obras de misericordia, acogiendo, además a niños pobres, casi todos de religión musulmanes en su escuela. Allí Fray Juan Jacobo se dedica a los menesteres más humildes del convento y, además, se convierte en el cocinero de la comunidad y presta atención a los necesitados. Qué hermoso ejemplo el de nuestro santo que convirtió lo más sencillo y cotidiano en una ocasión para servir a los demás y para dar gloria a Dios. Y en esta situación le sorprendió la muerte.


En 1860, debido a la violencia sectaria que se extendió desde el Líbano hacia Siria, las tensiones en Damasco se intensificaron y los cristianos locales se convirtieron en blanco de persecución. Muchos buscaron refugio en el convento. El 9 y 10 de julio de 1860, los enemigos de la cruz de Cristo entraron en aquella casa en donde se vivía el lema de San Francisco ¡Paz y Bien! y ocho religiosos fueron martirizaron, ensañándose con ellos previamente. Tanto san Juan Jacobo como sus compañeros de comunidad y a tres laicos cristianos maronitas, rechazaron la oferta de salvar sus vidas a cambio de renegar de su fe. Eligieron el camino de la cruz manteniéndose firmes en sus creencias. Su martirio fue un acto de fe y valentía que impactó profundamente, no sólo a toda la Iglesia Católica, sino a las instituciones internacionales.


Roguemos a Dios Nuestro Señor y a los Santos Mártires de Damasco para que la devoción a San Juan Jacobo Fernández crezca en esta Diócesis de Ourense y que su persona sea venerada en estas tierras como un estímulo para que crezca nuestra fidelidad a la fe en Jesucristo y de amor a la misión universal de la Iglesia, porque aunque su labor como misionero fue en Oriente Medio, su origen gallego y la influencia que recibió en Santa María de Carballeda, bajo la sombra de una familia cristiana y el carisma franciscano, justifican que esta comunidad eclesial le rinda tributo y lo reconozca como uno de sus santos más cercanos, y como su protector en el cielo.


Que San Juan Jacobo Fernández sea considerado un símbolo de fidelidad y perseverancia cristiana. Que su reciente canonización y la historia de su martirio inspiren a las nuevas generaciones de creyentes, no solo en Ourense sino en Galicia y en toda España, que dar la vida por Jesucristo es con mucho lo mejor que podemos hacer. Por otra parte, su figura representa una conexión histórica y espiritual entre Galicia y las tierras de Oriente Medio, de manera especial Tierra Santa, en donde en estos momentos, una vez más, la guerra y los enfrentamientos fratricidas están destrozando tantos pueblos y truncado la vida de las nuevas generaciones. La vida de nuestro santo mártir es un ejemplo de amor al prójimo, de entrega y de valentía, de sencillez y de fidelidad en las cosas pequeñas y cotidianas.

Mis queridos hermanos y hermanas: En estas circunstancias en las que se encuentra nuestra Iglesia particular, luchando por vivir con coherencia su compromiso con las reflexiones y proposiciones de nuestro Sínodo Diocesano que ha marcado un antes y un después en las tareas pastorales de nuestra comunidad diocesana, la llamada a la santidad que supone la canonización de San Juan Jacobo, y la consiguiente Pastoral de la Santidad, debe recorrer de manera trasversal toda la vida y actividad de nuestra Iglesia diocesana. El papa Francisco, con el regalo de esta canonización, quiere convertirse en un despertador especial para poder reaccionar con esperanza ante todo signo de inercia pastoral que nos lleve a enfrentarnos, personal y comunitariamente, tanto a los sacerdotes y religiosos, como a los mismos seglares, contra todo aquello que suponga claudicar ante el viejo criterio de que ¡siempre se ha hecho así! para no hacer nada. Por otra parte, este estímulo de la llamada a la santidad también nos ayudará a superar todo signo de cansancio y de derrotismo en donde tantas veces podemos quedarnos instalados, cayendo en la crítica y en el desencanto, convirtiéndonos en rémoras de un proceso que, dinamizado por el Espíritu Santo, quiera contar con nuestras pobrezas para que, con esa energía que sólo procede de Dios (cf. Flp 3, 21) se hagan nuevas todas las cosas. No se entiende la actitud de aquellos que se dicen cristianos, y cristianos comprometidos, cuando situados al margen del camino eclesial y sinodal, pretenden construir un estilo de Iglesia diferente y con una interpretación de la realidad y de la historia cargada de un fuerte individualismo que brota de una pastoral autorreferencial. Cuando se entra en la dinámica de la “pastoral de la santidad” se vive nuestra existencia en esta Iglesia, que con sus luces y sombras, bajo y Pedro y con Pedro, navega en medio de las dificultades del mundo y de los consuelos de Dios. Y en esta singladura nos puede ayudar el testimonio de la vida sencilla de nuestro santo mártir.


Si cuando fue beatificado por el papa Pio XI, el 10 de octubre de 1925, mi predecesor Mons. D. Florencio Cerviño, acompañado de las autoridades provinciales y del concello de Piñor, realizaron una serie de actos tanto en esta Catedral como en la parroquia de Santa María de Carballeda, es de justicia que en esta ocasión hagamos lo mismo. Que Dios nos ayude y los santos mártires de Damasco, en especial san Juan Jacobo, a convertir su parroquia natal en un centro de peregrinación como lo está siendo la parroquia de O Tameiron en torno a la figura de san Francisco Blanco.


Felicito al Excmo. Cabildo que ha querido colocar en la misma capilla de la girola de esta Catedral, las dos imágenes de estos dos santos franciscanos. ¡Encomendémonos a ellos! Y pidámosle, de manera especial por la santidad de los sacerdotes y por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Y para que todos seamos fieles a nuestra vocación bautismal y así luchemos por ser santos como santo es nuestro Padre del cielo. Qué así sea!


++Celebración de acción de gracias en Coruña: 2 de Noviembre, presidida por Mons. Carballo



+La celebración en el convento de Herbón, tuvo lugar el 25 de octubre, presidida por Fray Miguel de la Mata.



Fotos del altar de los mártires en nuestra iglesia de San Francisco en Damasco:


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