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Dom XXVI TO: Qué bueno si todos trabajásemos, sin ambicion personal, por el mayor bien común

Foto del escritor: Fray DinoFray Dino

La primera y tercera lecturas de hoy están relacionadas con un problema básico de la Iglesia, que es la Iglesia en guerra consigo misma.

el diablo es el que dispersa, el que divide.

Y uno de sus trucos favoritos es tomar a la Iglesia, que tiene que ser un instrumento del Evangelio en el mundo, y ponernos en contra entre nosotros.

Divide y conquistarás.

Ese es un muy buen principio si se quiere debilitar al enemigo.

 

Recuerda en las viejas historias de Tolkien, los orcos.

Los orcos son feroces, pero siempre se debilitan a sí mismos porque se pelean entre ellos.

Terminan matándose entre ellos.

Bueno, si logras que tu enemigo haga eso, es genial.

Así que el enemigo de la Iglesia adora jugar este juego de dividirnos entre nosotros.

 

Un muy buen ejemplo de esto en el Antiguo Testamento es el conflicto Saul-David.

¿Recuerdas?

Saúl y David —David es el protegido de Saul, están en el mismo equipo.

Están luchando contra el mismo enemigo.

Pero luego, luego, se escucha esa voz, que cantaban las mujeres, “Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles”.

Y Saul se llena de envidia asesina y va tras David.

 

Y mientras lees esa historia, piensas, no, no, no, no, no.

Muchachos tenéis un enemigo común aquí.

Y si permaneceis juntos, podéis vencer a los Filisteos.

 

Pero en cambio, David y Saúl se enfrentan y no se realizan los propósitos de Dios.

Bueno, tal vez sea un ejemplo menos dramático pero todavía muy esclarecedor en este libro de los Números, en nuestra primera lectura.

 

Este es el contexto:

El Señor desea tomar algunas de las gracias que otorgó a Moisés y repartirla a 70 ancianos del pueblo para que puedan ayudar a Moisés en el gobierno de la nación.

Así que designan a estos 70 hombres.

Existe una lista oficial de aquellos que recibirán la gracia.

Y llega entonces el momento, y estos hombres reciben la gracia.

Pero dos que estaban en la lista, Eldad y Medad, no se presentaron.

Y la gente pensó, “bueno, supongo que ellos no tienen suerte”.

Pero sucedió que los dos recibieron la gracia igualmente, y comenzaron a profetizar.

Así que de inmediato se presenta la queja a Josué y luego a Moisés.

“Ey, ey, espera un minuto, estos dos, Eldad y Meldad, no se presentaron a la ceremonia y por lo tanto no deberían estar profetizando. Nosotros sí nos presentamos. Hicimos lo que Dios deseaba. Así que obtuvimos el derecho a profetizar. Esos dos tipos, no. Así que, “Moisés, haz algo al respecto”.

 

Y la primera pregunta, ¿Por qué estáis intentando detenerlos?

¿Por qué estáis intentando...

¿Acaso no están todos en el mismo equipo, que es el del pueblo de Dios?

Y si Dios quiere distribuir su gracia entre ellos y elevarlos para hacer grandes cosas, ¿cuál es el problema?

 

La semana anterior el evangelio nos hablaba de los que quieren estar más arriba que los demás.—¿Quién está arriba, quién abajo? ¿Quién está adentro, quién afuera?

¿Quién está subiendo, quien está bajando?

—bueno, entonces os estaréis preocupando por cosas como esta.

“Ey, ey, me tomé el tiempo, seguí las reglas y estuve allí. Estos dos no estuvieron”.

Bueno, ¿qué tal si decimos que esa escala estúpida es solo una pérdida de tiempo?

 

¿A quién le interesa, en tanto estemos haciendo lo que Dios quiere?

Que es exactamente lo que dice Moisés.

Moisés les respondió, “¿Crees que voy a ponerme celoso?

Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el espíritu del Señor”.

Moisés muestra aquí de un modo hermoso un gran sentido común espiritual.

Todos quieren jugar el juego de la división.

Y ¿quién está dentro, quién fuera?

¿Quién siguió las reglas, quién no?

 

Moisés es como que toma el toro por las astas.

“No tengo tiempo para esto. Esto es una pérdida de tiempo para todos. Me pondría feliz que Dios hiciera profetas a todos. No estoy celoso de que a alguien más se le dé el don profético”.

¿Qué sucedería si toda la Iglesia se sintiera de esa manera?

¿Qué sucedería si no nos interesara quién es el número uno, quién recibió… que todos estamos peleando el mismo combate.

La Iglesia haría su tarea y no sería dividida.

 

Bueno, escuchad ahora en el Evangelio, tenemos una versión de esto.

“En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: ‘Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos’.

Pero Jesús le respondió: ‘No se lo prohibáis, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor’”.

El mismo tema.

Juan, presumiblemente hablando en nombre de los otros discípulos, son el grupo íntimo.

Son los más cercanos al Señor.

Se les han dado prerrogativas, de acuerdo, son los doce apóstoles, ¿cierto?

Están en la cima de la escala espiritual.  

“Pero, espera un minuto, está esta gente por allá. No son parte de nuestro grupo. No están cerca de ti como sí lo estamos nosotros, Señor. Y están expulsando demonios en tu nombre. Diles que se detengan. No están siguiendo todas las normas correctas”.

 

Jesús aquí, como Moisés, va directo al grano.

¿A quién le interesa?

¿A quién le interesa?

Si están expulsando demonios —piensa en alguien que está bajo las garras de un demonio, alguien cuya vida se ha visto comprometida de un modo horrible, alguien que ha estado sufriendo tal vez por años y años, y el demonio es expulsado en el nombre de Jesús— ¿acaso no es bueno?

 

“No, no, no, no. Voy a apartarlos. Me molesta porque no siguieron las regulaciones. No son parte de nuestro grupo oficial”.

 

Bueno, ¿a quién le importa?

¿A quién le importa?

En tanto y en cuanto se realice la obra espiritual.

Vean, ¿qué es lo que interesa? Lo que interesa, lo diré de este modo, es el flujo de la gracia.

Dios quiere que su gracia fluya a través nuestro al mundo, para elevarlo, para transformarlo.

Eso es lo que Dios desea. Es eso.

Eso es lo que desea.

Escuchad ahora, sean cual sean las estructuras en la Iglesia, del modo en que organizamos nuestras vidas espirituales, sean cual sean las estructuras, están al servicio de eso, no al revés.


Todo en la Iglesia tiene que facilitar el flujo de la gracia.

Así que si la gracia está fluyendo, no os pongáis en su camino.

No os perdáis el bosque por los árboles.

No os mezcléis con prioridades espirituales.

Ahora, si dijeran, “de acuerdo, supongo esto sucedía en los tiempos antiguos, el libro de Números. Supongo que sucedió en la época de Jesús con sus propios discípulos. Pero gracias a Dios, nunca sucede en mi mundo”.

Abrid vuestros ojos.

 

Las estructuras de la Iglesia en las que todos estamos, ¿Para qué están?

Para facilitar el flujo de la gracia.

Pero, ¿Acaso no sucede que a veces la gente buena que está comprometida en estas estructuras comienza a preocuparse más de la estructura que del poder espiritual?

Y de mi propio lugar en esa estructura.

Comenzamos a preocuparnos mucho más por quién está a cargo, quién sigue las reglas, quién está dentro, quién fuera, quién se espera que obtenga esto y no aquello, de lo que se preocupan por el poder espiritual verdadero que proviene del flujo de la gracia.

 

Algunas veces, también, este tema de los celos, regresando a la historia de Eldad y Meldad, es parte de esto:

“Ey, estoy en la lista y he cooperado, y estos dos tíos siquiera se presentaron, y sin embargo, ¿obtienen el mismo obsequio que yo? No me parece correcto. Me ofende”.


Lo hemos visto muchas veces en la Iglesia, alguien que llega con una idea muy buena, tal vez es una persona más joven, tal vez alguien nuevo en el ministerio, nuevo en el sacerdocio, y tienen una idea realmente muy buena y está funcionando y todos podéis ver que está funcionando y la Iglesia se beneficia de esto. Y la idea es presentada en la oficina diocesana o al equipo parroquial o al pastor o al obispo o lo que sea, y entonces, sufre la muerte de los mil cortes. Es criticada. Es debilitada. Se la inserta en la burocracia. Dan vueltas de aquí para allá. La gente se le opone en silencio. “Oh, sí, me encargaré de aquello. Hablaré con la persona adecuada”.  

Luego nunca hablan con esa persona…

saben a lo que me refiero, saben a lo que me refiero.

Cómo mataremos una idea hermosa, a causa de los celos o el resentimiento, porque no se ajusta a nuestro sentido de cómo las cosas deberían ir.

“Estoy celoso de eso. No fue mi idea. ¿Por qué deberían implementar la idea de ese muchacho? Y mira, es este jovencito.

Recién se nos ha unido. He estado trabajando aquí por 35 años. ¿Por qué se llevaría todo el crédito?”.

 

Saúl ha matado miles. David a decenas de miles.

Lo he visto también en parroquias en donde “El Padre Jovencito” llega

11:09  es muy agradable y un gran predicador, y todos lo adoran.

Y entonces dicen, “El Padre fulano, el párroco, es genial, pero este nuevo chico nos gusta mucho...”.

Bueno, el viejo pastor puede comenzar a ofenderse, y… ¿cómo es que recibe tanta atención?

 

Una frase que se atribuye a Harry S.Truman, el presidente norteamericano.

“Es increíble lo que puedes lograr si no te importa quién recibe las felicitaciones”.

Es una frase muy reveladora.

Creo que se aplica en la vida a todo nivel.

Reflexionen sobre eso.

No hay límites para lo que podemos conseguir como parroquia, como diócesis, como iglesia, si nadie se preocupa por quién recibe el crédito.

Digamos que es mi idea y la llevo a la discusión y luego es adoptada, pero por la razón que sea, alguien distinto recibe el crédito por ella, alguien más recibe toda la felicitación por ella.

“Eso me ofende y voy a interponerme en su camino la próxima vez”.

¿A quién otro más sirve que al diablo?

¿A quién otro más sirve esa actitud que al diablo?

El poder oscuro.

Qué tal si, no me interesa quien recibe el crédito, porque lo que me interesa es el flujo de gracia.

Eldad y Medad, no se presentaron.

¿A quién le importa? Moisés dice, “no me importa. Ojalá todos fueran profetas”.

“Ey, Señor Jesús, aquellos muchachos están expulsando demonios en tu nombre”.

“Déjalos. Déjalos. Si no están en contra nuestro, están a nuestro favor.  

Y si la gente es librada del poder de las tinieblas, ¡estupendo!                    

No me interesa quién recibe el crédito por ello o si están en nuestro grupo o no”.

¿Qué tal si todos nos sintiéramos así?

No habría límites, espiritualmente hablando, para lo que podríamos lograr.




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