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Foto del escritorAlejandro

Feliz día anterior al Adviento 2020

Paz y bien.


Hoy, 27/11/2020, es un gran día en la vida de un cristiano. ¿Por qué si no es una fiesta especial? Es un día sencillo, uno más e inadvertido para la mayoría de los cristianos, en la misa de 20:00h no éramos más de 30 personas. Pero hoy es el fin del año litúrgico, esto es, el final de un camino, lleno de pecado y de afán de santidad, en el que Dios ha salido a nuestro encuentro, día tras día, para ganarse nuestro corazón...


Gracias a toda la parroquia, a cada grupo y a cada herman@, por este año litúrgico que hemos compartido; Juntos lo hemos comenzado con la luz de una estrella en Belén y con la voz de un ángel que nos llamaba, humildes pastores, a conocer al Señor. Juntos hemos crecido en edad y en la fe, escuchando el sermón de la montaña y la llamada personal de Jesús a seguirle. Después de llamar a Pedro, a Santiago, a Juan… te llamó a ti y a mí, y a cada uno de nosotros. Juntos en comunidad, hemos peregrinado a Jerusalén con gran desconcierto, más este año por un virus que nos está obligando a caminar a metro y medio unos de otros, y con la decepción de que Aquel de quien esperábamos tantos milagros para nuestras necesidades, también cargase su propia cruz; tardos en ver que aquella cruz eran nuestras necesidades.


Sorpresa y alegría cuando escuchamos que había resucitado. Increíble. Llenos de duda. ¿De verdad que Dios ha venido por mí a vivir todo esto?. ¿De verdad que Jesús dio su vida también por estos ártabros que habitamos en el finisterre? Apóstol tras apóstol fuimos descubriendo su rostro resucitado; Y Tomás también la herida sanadora de sus manos.


Conocimos por boca de evangelistas y otros escritores cómo Dios fue extendiendo su reino, a todos los pueblos, eligiendo nuevos apóstoles, haciéndose presente en la vida de la gente sencilla de toda raza y nación.


De la mano de San Pablo conocimos un nuevo modo de adorar al verdadero Dios, y de un nuevo modo de vida que hace de nosotros una comunidad de hermanos y de hijos amados de Dios. Incluso los lejanos y orgullosos romanos fueron llamados a participar de la obra redentora de Cristo. Y también nosotros, hispanos, recibimos el regalo de la enseñanza apostólica: Ya no cabe una ley de mínimos, ni de cumplimientos, ni de ambiciones personales. Somos llamados a construir una ciudad cimentada en el amor, un amor capaz de dar la vida por amor.

Con San Pablo hemos visitado Corinto, y aprendido que no hay más ley, ni más justicia, ni mayor sabiduría, ni mayor honor ni gloria alguna, más que el amor. ¿Os acordáis de los insensatos gálatas que creían merecer el favor de Dios y olvidaban que todo es cuestión de amar gratuitamente? ¿O dijo insensatos coruñeses? Con San Pablo estuvimos en Éfeso unos días, los suficientes para tomar conciencia de que Dios es para todos, y todos somos para Dios, por tanto somos una sola familia, una única Iglesia. Y como familia hemos de cuidarnos unos a los otros. Estuvimos en Filipo, allí se nos quedó grabado que todos hemos de ser luz para los demás, no una luz cualquiera, sino la LUZ DE CRISTO. Y pasamos también por Colosas, allí Pablo nos ayudó a abandonar todo lo que en nuestra vida era y es pecado, para vivir una nueva vida en Cristo. Y ser perseverantes, cual tesalonicenses, hasta reencontrarnos con Cristo.


Durante esta semana final, que hoy termina, hemos celebrado que Cristo es Rey y Señor del universo y hemos leído en el Apocalipsis que la gloria de Dios es la felicidad de los hombres, la cual no reside en otro lugar más que en la GLORIA DE DIOS. Termina la semana, hoy viernes 27 de Noviembre, diciendo que todo pasará, cuanto hay en cielo y tierra. Sólo permanecerá la PALABRA de DIOS y todo lo que hemos entregado de nosotros mismos por amor.

Todo lo que hemos caminado durante este año litúrgico nos ha situado en el terreno sagrado de la santidad, de la primacía de Dios. –Este era el objetivo de Dios caminando con nosotros a Emaús- Y así ver la GLORIA DE DIOS en nuestra propia vida y en la vida de la comunidad, de cada uno de vosotros, sanos y enfermos, los que tenéis responsabilidades y los que vivís más anónimamente, los ricos y los pobres.


Y si después de todo lo vivido y lo compartido, aún hubiese pecado en nosotros, aún dudásemos del amor de Dios, aún quedara en nosotros ambición, aún quisiéramos ser nuestro propio dios… tenemos una nueva oportunidad. Mañana comienza un nuevo año litúrgico para volver a caminar y aprovechar cada día, cada liturgia, cada palabra, cada sacramento, cada hermano, cada gesto, cada sonrisa que puedo ofrecer…

Haz un momento de silencio y piensa lo que te quedó por vivir y celebrar y convertir.


Hoy 28 de Noviembre, a la hora de vísperas, comenzamos un nuevo año litúrgico.

Feliz adviento 2020.

Fray Natalio

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