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Foto del escritorFray Dino

¿Te preocupa la salvación de tu alma? Domingo XXIV

Este domingo nos trae un gran tema que ha sido un divisor del Cristianismo Occidental desde la Reforma: el tema de la fe y las obras.

 

Tema que está en nuestra segunda lectura de la Carta de Santiago, que es un texto clave para los Católicos sobre este tema.

 

Dice la Carta de Santiago.

“Hermanos míos: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Así pasa con la fe; si no se traduce en obras, está completamente muerta”.

 

¿Es bastante fuerte, cierto?

Que la fe y las obras parecen ambas necesarias para la salvación. ´

 

Ahora, ¿de dónde surge este problema?.

Surgió de la experiencia muy poderosa de un joven Martín Lutero, serio monje Agustino.

Estamos a comienzos del siglo XVI.

Lutero, es brillante, un maestro de teología, experto en escrituras, pero lidia con este problema de “¿Sé que soy salvo?”.

Lutero era un monje, era un fraile, y tenía toda tipo de obras a su disposición.

Tenía los sacramentos, los sacramentales y disciplinas y prácticas ascéticas y todas estas cosas.

Y es conocido que dijo,

“Si alguna vez un monje fuera salvo por monaquismo, yo sería ese monje”.

Así que intentó, de todas estas formas, autoconvencerse de que era salvo.

Pero no funcionó, tenía todavía esa agitación interna.

Y luego, en algún momento alrededor de 1516 o 1515, Lutero tuvo, lo que se conoce en la literatura técnica su “Turmerlebnis” en alemán, su “experiencia de la torre”.

 

Así, en la torre del monasterio, Lutero llega a esta gran idea, y toma el texto del comienzo de romanos.

“El justo vivirá por la fe”.  

Le retumbó como la solución a su problema.

 

No es por todas estas obras, todos estos ejercicios monacales, que se es salvo, sino por el gran acto de fe por el que se asegura tener la gracia de Cristo.

La sangre de Cristo, cubriéndolo.

Es en ese gran acto de fe en el que encontramos salvación.

para Lutero, esto fue como una liberación.

Y aunque hay toda clase de expresiones diferentes de la religión Protestante, la vasta mayoría tiene este gran principio en común; justificación solo por la gracia, apresados solo por la fe.

Las obras no son necesarias para la salvación.  

Ahora, para ser justos y claros, Lutero mismo, y todos los que lo siguieron, han insistido siempre en que las obras buenas se derivan de la justificación.

 

Así, una vez que has aceptado al Señor en fe y sabes que eres salvo, ahora, en el lenguaje de Lutero,

quieres alinear la persona exterior con la persona interior.

Así que, por supuesto, quieres esta fe tuya expresándose en obras.

Sin embargo, las obras no son componentes de la salvación.

De acuerdo, ese es un resumen rápido de la posición básica del Protestantismo.

 

Martín Lutero, conocía el texto que hemos leído hoy, era un hombre de las escrituras, sola scriptura, solo por la Biblia.

La Biblia era la fuente clara e infalible de autoridad.

Lutero sabía entonces que este texto era un problema, por lo que hasta sugirió que tal vez no perteneciera al canon de las escrituras.

 

Ahora ¿cómo afrontan los Católicos este problema?

El Concilio de Trento, que se reunió luego de la Reforma, fue la gran respuesta Católica a Lutero y a Calvino.

Había gente muy influyente en Trento, eclesiásticos y teólogos que no desestimaron a los Reformadores Protestantes, para nada.

Los leyeron con mucho cuidado, y asintieron, incluso enérgicamente en su dirección.

 

Si lees los decretos de Trento, verás que no somos justificados por nuestras obras.

Es verdaderamente solo a través de la gracia, la gracia de Cristo, que llegaremos a la salvación.

¿Cuál es la diferencia entonces?

 

La visión Católica es que la fe, ciertamente es, y este es el lenguaje de Trento, es el “initium et raix omnis justificationis”.

Es el “origen y raíz de toda justificación”.

Pero luego, a través de obras, las obras de amor, a través de los sacramentos, a través de la vida de la iglesia, existe un crecimiento en la justificación.

No es algo que se hace una vez y listo.

La raíz y origen de toda justificación es efectivamente la fe, cuando abro mi vida al poder de Cristo.

Pero ahora, Cristo obrando en mí, en mi cooperación con Su gracia, crezco en justificación.

 

Este debate ha seguido por más de 500 años, y no lo resolveremos en  una predicación.

 

Piensa en alguien que está en una sala de audiencias delante de un juez.

El juez lo declara culpable o inocente.

Así que la idea de Lutero fue, “Aunque soy culpable, estoy cubierto por mis propios pecados, a través de la gracia de Cristo, he sido declarado, sin embargo, inocente”.

 

En un marco jurídico, es una especie de todo o nada, ¿cierto?  

No eres un poquito inocente, un poquito culpable.  

Eres inocente o eres culpable.

Y entonces Lutero vio eso como un momento clave, “cuando, a través de la gracia de Cristo, soy declarado justificado”, aunque yo me sienta pecador

 

Este lenguaje de la Carta de Santiago se obtiene a partir de un contexto diferente.

Escuchad de nuevo.

“De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras?

¿Acaso podrá salvarlo esa fe?”.

¿Acaso podrá salvarlo esa fe?

 

 

¿Qué significa ser salvado?

Jesús es llamado el Salvator.

Él es el que trae salus.

¿Qué es salus?

Salud.

Curación.


En la antigua Roma, si decías “salve” a alguien, era la manera de decir, “Hola. ¿Cómo estás?”,

salve significaba, “Buena salud para ti”.

¿Cómo somos salvados?

¿Cómo somos curados?

¿Cómo somos sanados?

Creo que lo que ven en Santiago, y la Iglesia Católica lo ha expresado en su propia enseñanza, es que ese proceso debe comenzar efectivamente por la fe.

 Cuando aceptamos la gracia de Cristo en nuestras vidas, sí.


Pero luego, a través de nuestra cooperación con esa gracia, llegamos crecientemente a la salvación, a la salud.

 

Regresamos a aquella primera metáfora.

Sí, justificación, ser enderezados, comienza con la fe, pero luego hay un crecimiento en justificación.

 Es como el proceso de los 12 pasos,  

Supón que alguien es atrapado por una adicción, adicción al alcohol, o a las drogas o a la pornografía o lo que sea.

¿Cuál es la acción fundamental, si se quiere conseguir curación?

Tienes que admitir que no puedes resolver este problema por ti mismo.

¿Cuál es el primer paso en los procesos de 12 pasos?

Redirigir la vida hacia un poder superior.

Es indispensable, indispensable en los programas de 12 pasos.

No puedes salvarte a ti mismo, tienes que rendirte a un poder superior, que ahora puede obrar en ti y a través tuyo.

Es efectivamente la raíz y origen indispensable del proceso de curación.

¿Pero qué tiene que hacer ahora alguien que está luchando con una adicción al alcohol, por ejemplo?

Además de rendirse al poder superior:

Tienes que acudir a un padrino de manera regular.

Ahora, tienes que asistir a las reuniones de Alcohólicos anónimos.

Debes mantenerte fiel a ellas.

Y por sobre todo, debes dejar de beber.

Que sucedería si alguien dijera, “¿Sabes qué? Soy un adicto al alcohol. Y he redirigido mi vida hacia un poder superior”.  

Hubo un momento clave en que dijiste, “No puedo hacer esto. Señor, ven y ayúdame”.

De acuerdo, bien, bien.

Pero luego de eso, “¿Sabes qué?

Si nunca llamo a mi padrino.

Si nunca voy a las reuniones.

¿Y sabes qué?

Todavía tomo de vez en cuando”.

¿Cuál es la consecuencia?

¿Qué se logrará? No vas a curarte.

No vas a sanarte.

No vas a salvarte.

 

Escucha, “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras?

¿Acaso podrá salvarlo esa fe?”.

la respuesta clara es no, no lo curará.

 

Existe un viejo proverbio en la tradición Católica que dice que Dios nos creó sin nuestra cooperación.

Es cierto, porque hemos sido creados de la nada.

Pero Él no nos re-creará sin nuestra cooperación.

El no nos salvará sin nuestra cooperación.

Dios no está en competencia con nosotros.

Él desea ahora que, a través de nuestras obras de amor, crezcamos en salvación, en sanación espiritual.


un paso más :

Cristo quiere salvarnos, sanarnos, de los efectos del pecado, sí.

El Papa Francisco dijo, “La Iglesia es como un hospital de campaña”,

“Donde la gente herida viene a ser curada”.

Pero ¿cuál es nuestra versión de ver al padrino y de no beber y de asistir a las reuniones?

Son los sacramentos, y la Misa y la Eucaristía y las obras de amor.

Esas son todas las cosas que hacemos para que la gracia actúe más profundo en nuestras vidas.

Pero este es el paso siguiente, o el último paso que quiero destacar.

 

Cristo no quiere simplemente curarnos de nuestro pecado.

Quiere deificarnos.

El gran texto aquí está en la primera de Pedro, que nos convirtamos en “partícipes de la naturaleza divina”.

Él no se satisface solo con que nos curemos de nuestro pecado.

Ese es un prerrequisito necesario.

Sino que lo que quiere por encima de todo es que nos volvamos partícipes de Su propia naturaleza.

No nos quiere dejar en nuestro pecado, como si fuéramos declarados justificados, pero permaneciéramos pecadores. No, no.  

Él quiere, verdaderamente, salvarnos y luego elevarnos.

 

los antiguos padres griegos, mucho antes que Martín Lutero, hablaron de theosis, deificación.

Mira a los padres Occidentales, Agustín, Tomás de Aquino; ambos hablan de deificatio, deificación.


¿Te preocupa la salvación de tu alma?.

¿Cómo acontece eso?

Sí, por la gracia, por supuesto, no puedes hacerlo por ti mismo.

1.- Debes abrirte a Cristo en la fe.

Pero luego, 2.- a través de nuestra cooperación con esa gracia, a través de las obras de amor, a través de los sacramentos, somos salvados, somos curados.  

Pero luego, en el gran plan de Dios, somos deificados.  

Aquí está Santiago entonces.  

“Así pasa con la fe; si no se traduce en obras, está completamente muerta”.

Cierto, comenzamos con la fe, es el comienzo y raíz de toda justificación.

Pero luego, a través de nuestra cooperación, la justificación aumenta, llega la salvación, la curación, y efectivamente, llega la deificación.







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