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Vamos a consagrar la parroquia al Sagrado Corazón de Jesús.

Partiendo de Dilexit nos, la última encíclica del Papa Francisco, que puede leerse como un testamento espiritual, caminaremos estos cinco pasos, sencillos y a la vez profundos, para redescubrir el Corazón de Jesús – un Corazón que se compadece, que ama y que late por ti- y ponernos bajo su custodia, con la ayuda de la oración de nuestras hermanas Clarisas..

 

1.- ¡Un Corazón que late contigo!

El Corazón de Jesús está muy cerca de ti: esta es la primera verdad conmovedora que el Papa Francisco quiere grabar en tu corazón con su encíclica Dilexit nos. Él, Jesús, no es ajeno a tu vida. En un mundo que a veces parece haber perdido su rumbo, todos sentimos esa sed interior por lo que es auténtico, por aquello que puede dar unidad a nuestra vida.

Para ello no basta con escuchar el latido de nuestro propio corazón. Se trata de percibir el latido del Corazón de Dios (cf. n. 81). Con los ojos del Corazón de Jesús encontramos la verdad sobre Dios y sobre nosotros mismos. El Corazón de Jesús late incansablemente por ti; sus ojos te miran, incluso cuando todos parecen ignorarte, cuando sientes que no cuentas o que tus pecados te desaniman: su mirada tierna reposa sobre ti y ve lo bueno en ti, como en aquella mujer que, sin ser vista, echó sus monedas en el cepillo de las ofrendas (cf. Lc 21,2).

Él –como expresó san Francisco de Sales– te lleva siempre en su Corazón (cf. n. 115). Por eso, ¡no temas llevarlo contigo en tu corazón! El Corazón de Jesús quiere seguir latiendo hoy en el mundo… a través de ti. No te quitará nada de lo que hace bella y alegre tu juventud; al contrario: solo serás verdaderamente tú mismo cuando reine el amor en tu corazón, cuando el Corazón de Jesús habite en ti (cf. n. 21).


2.- ¡Haz que tu amor sea auténtico con tus obras!

«Cómo nos ama Cristo es algo que él no quiso explicarnos demasiado. Lo mostró en sus gestos» (n. 33). El amor del Corazón de Jesús quiere hacerse realidad en obras. Él te invita a preguntarte: «¿Qué tan auténticas son mis relaciones? ¿Estoy dispuesto a entregarme?» El Papa Francisco llama al amor al prójimo el «combustible» de nuestra amistad con Jesús (n. 212). Para que esta amistad no se apague, debe ser constantemente alimentada y sostenida por actos concretos de caridad. Sería contrario al amor del Corazón de Jesús querer reclamarlo solo para uno mismo: este amor une, crea comunidad y nos envía hacia los hermanos y hermanas.

Un consejo del Papa para este camino es: «¡Ten el valor de pedir perdón!» Una petición sincera de perdón rompe el orgullo que a veces nos impide avanzar en las relaciones. Abre tu corazón y el del otro a la fuerza del amor. Quien ama, se hace vulnerable, y justamente en ello se muestra la autenticidad del amor: contemplando el Corazón de Jesús, herido por su amor infinito por nosotros, encontramos el modelo del amor verdaderamente activo.


3.-¡Permite que el Corazón de Jesús te hable!

La relación con el Corazón de Jesús debe ser cultivada con cuidado. Su devoción no es simplemente una forma más de piedad, sino que apunta a lo esencial, al corazón mismo de la persona de Jesucristo: un corazón de carne y sangre, desbordante de amor humano y divino.

El Papa Francisco lo expresa así: «Allí podemos encontrar el Evangelio entero, allí está sintetizada la verdad que creemos, allí está cuanto adoramos y buscamos en la fe, allí está lo que más necesitamos.» (n. 89)

Cada uno de nosotros está llamado a construir una relación de corazón a corazón, cor ad cor, como dice el lema de san John Henry Newman. El lugar por excelencia para este diálogo es la Eucaristía, donde el Sagrado Corazón de Jesús está realmente presente. El Papa Francisco señala cómo la devoción al Corazón de Jesús siempre ha estado estrechamente vinculada al llamado a la adoración eucarística los jueves y a la recepción de la comunión el primer viernes de mes. Y añade: «¿Cómo no recomendarla?» (n. 85)

Quien te ama infinitamente espera con anhelo unirse a ti en la Santa Comunión y que le devuelvas la mirada en el asombro silencioso ante su humilde presencia eucarística. En la Eucaristía descubrimos que, como Juan en la Última Cena, también nosotros podemos ser el discípulo amado del Señor, recostados sobre el pecho del Maestro. Allí escuchamos lo que el Corazón de Jesús quiere decirnos. Es desde ese lugar que nuestra vida se transforma por el amor del Corazón de Jesús y el Reino de Dios se extiende en el mundo.


4.-¡Entrégate a Él con confianza!

El Papa Francisco te anima a dar pasos de fe, diciendo: «Se trata de superar el miedo y darnos cuenta de que con él no tenemos nada que perder» (n. 37). Suena muy lógico. Y, sin embargo, nos cuesta confiar concretamente en Él en la vida cotidiana. Pero Jesús tiene respuesta a todos nuestros temores, a toda angustia y a toda duda del mundo. No nos ha dejado solos en nuestra fragilidad. En el Corazón de Jesús - es decir, en la Eucaristía - se encuentra la fuente de la confianza. ¿Puedes encontrar descanso en su mirada que reposa sobre ti?

Con santa Teresa del Niño Jesús queremos decir: estamos dispuestos a “depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos”: en el Corazón de Jesús (n. 90). Al convertirnos en personas eucarísticas, le decimos: “Jesús, en ti confío”.


5.-¡No le pongas obstáculos!

El Papa también menciona “los obstáculos que ponemos a la expansión del amor de Cristo en el mundo, con nuestras faltas de confianza, gratitud y entrega” (n. 194). Con las palabras de Jesús: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8), tomamos conciencia de la necesidad de pedir a Dios que quite esos obstáculos de nuestro camino. Porque solo un corazón puro puede ver a Dios.Al poner nuestra mirada en Jesús, entenderemos por qué el Corazón de Jesús nos atrae hacia la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación. Escuchemos al apóstol Juan, que estaba al pie de la cruz: «Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua» (Juan 19,35).

Y en la primera carta de Juan leemos: «la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado» (1 Juan 1,7). Cuando recibimos el sacramento de la reconciliación, nos hacemos “puros de todo pecado” gracias a la sangre que brotó del Corazón de Jesús.El Papa Francisco ha dejado a la Iglesia de nuestro tiempo un legado espiritual: el Corazón de Jesús como clave para acceder al centro de nuestra fe.Su encíclica lo resume en pocos puntos esenciales y llenos de fuerza. ¡Déjate cautivar por ellos! Conoce el Corazón de Jesús, descubre su riqueza – en tu propia vida, en la Iglesia y en el mundo. Y comienza a vivir el Evangelio con una nueva radicalidad.



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