¿Por qué los primeros Cristianos recordaron tan vívidamente la historia de Jesús con el niñito?
Aparece en los tres evangelios sinópticos y es nuestro evangelio para este fin de semana.
Pienso que de alguna manera ellos intuyeron, que pertenecía al corazón de la enseñanza de Jesús, al corazón de Su misma forma de vida, de modo que nos corresponde tomarla con cierta seriedad.
La manera en que se organiza esta historia en el Evangelio de Marcos es un ejemplo de que los discípulos nunca comprendían de lo que se trataba.
Así es como comienza.
Los discípulos de Jesús están en su recorrida por Galilea.
“...iba enseñando a sus discípulos. Les decía: ‘El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará’”.
Eso es un bocado grande.
Quiero decir, les está explicando el Misterio Pascual completo y ¿cuál es su reacción?
No entendían lo que les estaba diciendo.
Fue como,
“Bueno, sí, sigue con lo de va a morir y va a resucitar y no lo sé. No sé de qué está hablando”.
Aquí está entonces Jesús hablando de lo más importante del mundo y ellos están como indiferentes.
Pero, ¿de qué hablan ellos?
O sea, por un lado, lo más importante que se pueda imaginar.
¿De qué hablan ellos?
Bueno, llegaron al lugar que se trasladaban y Jesús dijo, “Ey, ¿de qué habláis en el camino?”.
“Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante”.
De nuevo entonces, observad la yuxtaposición, el Misterio Pascual, el evangelio, el mensaje de salvación que se les explica en detalle y ellos están discutiendo quién es el más importante de ellos.
Constantemente se presenta a los discípulos como una banda de buenos. Para nada,
y están peleando por “¿Quién de nosotros buenos para nada es el mayor?”.
Pero os aseguro compañeros pecadores, observad casi cualquier grupo humano.
Me refiero a una organización política, una comunidad, una familia, un seminario, una parroquia, un país, una cultura, cada vez que se congregan seres humanos, cuál es una de las cosas sobre la que ocupamos mucho tiempo discutiendo? Es: “Quién es el más importante?”.
¿En qué perdemos mucho tiempo preocupándonos?
Quién de nosotros está en la cima.
Quién de nosotros recibe mayor atención.
Quién de nosotros es distinguido.
Piénsalo de nuevo, compañeros pecadores, y sed honestos.
Sed honestos al examinar vuestra consciencia, ¿Cuánto tiempo perdemos ocupándonos de estos temas? Como, “Mirad lo que he logrado en mi vida, pero la atención que recibe aquel tío, todos subestiman mis logros y le rinden honores a aquel otro”.
Nos preocupamos por este asunto.
Los cuatro distractores de Dios que señaló Aquino son :
riqueza, placer, poder y honor.
El honor es una de las cosas que perseguimos y es por eso que estamos perdiendo tiempo hablando de eso.
Es una de las tragedias de la vida.
Pensad en esos cuatro grandes por los que perdemos tanto tiempo y energía preocupándonos; y ninguno de ellos interesa dentro del enorme panorama de cosas.
¿Qué hace entonces Jesús para contrarrestar esta obsesión con el honor?
Se sentó con los 12 y les dijo,
“’Si alguno quiere ser el primero...”
“Sí, eso es lo que todos queremos.
Por supuesto, quiero ser el primero.
Quiero ser el mejor, estar más alto, el más condecorado. Seguro”.
Si quieres eso, “que seas el último de todos y el servidor de todos’.
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: ‘El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe’”.
Haceos esa imagen en la cabeza.
Los discípulos disputando por quién es el número uno, Jesús toma a este niñito y lo abraza —dice— es como si se identificara con él.
“A menos que cambiéis y os conviertais en uno de estos”.
Esto es lo primero que hay que ver, y nos lo vamos a perder en la medida en que somos post dickensianos.
A eso me refiero con que tendemos a ser como sentimentales con los niños.
Pensad en en las novelas de Dickens y el rol que ocupan los niños.
Pensad el modo en que a menudo se trata a los niños en nuestra sociedad de un modo como sentimental.
El punto es que, en la época de Jesús, no eran tratados de esa manera.
Un niño era nadie.
Un niño no importaba nada.
Un niño no estaba siquiera en el rango más bajo de la escala social.
La sociedad de Jesús estaba muy preocupada con el poder, las relaciones y quién estaba arriba, quién abajo.
Pero un niño no estaba siquiera en la escala.
Nadie, nada.
Jesús toma un niño y lo coloca en medio de ellos.
Eso significa que está tomando a alguien que no es nadie y haciéndolo todo.
¿Cuál es el punto?
El punto es que perdemos nuestro tiempo preocupándonos por esa escala estúpida, los rangos de ella.
“¿Quién está arriba? ¿Quién abajo, quien sube, quién baja?”.
Observad cuánto de nuestro chismorreo y nuestra vida pública está preocupada con esa cuestión.
“¿Quién está subiendo? ¿Quién está cayendo?
¿Qué le sucedió a él?
Sí, él era importante. Míralo ahora”.
Tal vez esa escala estúpida no interese.
Tal vez eso no sea, para nada, lo que es importante.
Al tomar un niño, alguien que no está en la escala y colocándolo en el medio, Él está diciendo,
“Dejad de preocuparos por la escala”.
Tal vez la vida se trate sobre algo completamente diferente que la carrera de locos por el honor, que la batalla por llegar al tope del palo encebado.
Y eso es verdad para los políticos, pero también es verdad para casi todo camino de la vida, desde el más complicado al más simple.
La gente se preocupa de escalas estúpidas.
Tal vez se trate de algo totalmente diferente.
¿Y qué podría ser eso?
Bueno, mirad ahora al niño desde un ángulo diferente, no tanto el que no está en la escala, pero ahora Pensad en esto: Un niño es capaz de entrar a la vida sin preocuparse de sí mismo.
Son capaces de introducirse a la vida, al mundo, a la realidad sin referirse constantemente a ellos mismos.
No observan al mundo a través de los lentes deformados por su propio egoísmo.
Pero Pensad en un niñito totalmente inconsciente de sí mismo, jugando con el juguete más simple, como una pelota.
Y un niño pequeño puede pasar horas totalmente interesado con una pelota.
Pensad en un niñito con su perro y puede pasar horas en una especie de comunión cómoda, juego cómodo, efectivamente así lo llamamos justamente.
No es algo que se persigue para otro propósito.
Es simplemente bueno en sí mismo.
Pensad en niños, si no están preocupados con quién está arriba y quien está abajo, que puedan jugar entre sí por horas sin esfuerzo.
No están preocupados con sus propios egos.
Pero muy pronto le enseñamos la escala.
Les enseñamos,
“Ey, es muy importante que seas respetado y honrado y que seas el número uno y que seas mejor que aquel y mejor que te ofendas cuando aquel esté siendo mejor que tú”.
Se preocupan mucho con aquello.
¿Qué sucede entonces?
Inevitablemente, inevitablemente lo que sucede es que pierden la inmediatez de su contacto con el mundo.
No pueden perderse en el mundo nunca más porque están preocupados con la estúpida escala.
Es por esa razón que el reino de Dios, le pertenece a los que son así.
¿Qué quiere Dios de nosotros?
Quiere que estemos vivos.
Quiere que estemos alegres, y la forma en que lo conseguimos es quitando el velo de nuestro egoísmo, olvidándonos de estos lentes distorsivos de estatus y posición y rindiéndonos a la realidad.
Incluso la cosa más simple.
Es por ello que las personas verdaderamente inmensas espiritualmente pueden, en un atardecer, en un amanecer, en un estanque sereno, en el movimiento de un animal, hallar una alegría extraordinaria.
Qué pérdida de tiempo.
¿Estás intentando ascender esa escala?
No. ¿Sabes qué?
¿Puedo hacer a un lado la escala?
No me interesa la escala.
Me interesa esta cosa simple frente a mí, esto bello o bueno o verdadero.
La pérdida de tiempo espiritualmente.
Eso es lo que consigues, y creo que esa es la razón por la que coloca este niñito, esa persona sin consciencia de sí misma en medio de ellos.
De este modo, un niño es como una flor o un animal o un planeta.
Me refiero a que aquellas cosas, son lo que Dios tiene pensado que sean simplemente siendo ellas mismas.
¿Se entiende eso?
Pensad en una flor.
Dios la ha hecho de esta manera, y siendo una flor, simple y pura, le da gloria a Dios.
Pensad en un animal, en su simplicidad es lo que Dios tiene pensado que sea, y simplemente siendo un animal, le da gloria a Dios.
Un niño tiene algo de eso, o el planeta Júpiter solo siendo sí mismo le da gloria a su creador.
Un niño en su inocencia tiene algo de esa cualidad.
Sin intentar impresionar a nadie, sin intentar lograr cierto objetivo para sí, sólo es lo que Dios quiere que sea.
Ved, esa es la persona humilde.
Esta es la gloria y el desafío de la vida humana: debido a que tenemos intelecto y voluntad, que tenemos imaginación y libertad, podemos elegir ser la persona que Dios quiere que seamos o podemos elegir otra cosa.

Alegres en Su presencia, personas de amor, alegría, efervescencia.
Podemos elegir eso, o podemos escoger la escala.
Podemos escoger esa escala estúpida y perder nuestro tiempo preocupándonos por ella.
La persona humilde no es alguien de simplicidad infantil, sino con la simplicidad de un infante.
Mi gran héroe, Santo Tomás de Aquino, el teólogo más brillante en la tradición Cristiana, un hombre de una sofisticación deslumbrante.
El otro término que se utilizaba más comúnmente para describirlo era infantil.
Elije cualquiera de sus escritos y nunca pensarás que estás tratando con alguien infantil, simplista, al contrario,
pero aun el genial Aquino era descrito una y otra vez como infantil.
Es porque era la persona que Dios quería que él fuera.
No estaba preocupado por la escala.
Se le ofreció el puesto de obispo varias veces, rechazándolo. No estaba interesado en eso. Se convirtió en la persona que Dios quería que él fuera, y así se convirtió en un ciudadano del reino de Dios.
Es por eso de que, la próxima vez que te encuentres, como los apóstoles, preocupado por quién es el primero, deténte y trae a tu mente esta imagen de Jesús abrazando a este niñito.
“El que reciba en mi nombre a uno de estos niños”,
es decir, aquel que asimila la naturaleza de este niño, “a mí me recibe”.
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