23 oct
13 sept
13 sept

No se trata de que Jesús “suba al cielo” como si viajara por el espacio.
La Ascensión es la transición de Jesús desde nuestro mundo espacio-temporal a una dimensión superior, la del cielo, es decir, la presencia de Dios.
Esta dimensión es más real y más presente a todo tiempo y espacio, no menos.
Dios no es una “cosa” dentro del universo; creó el tiempo y el espacio.
Por eso, puede estar presente en todo momento y lugar: no limitado por nuestra lógica.
Ejemplo: así como un cubo contiene infinitos cuadrados, Dios abarca y sostiene todos los momentos y lugares.
El Cristo ascendido no es solo un recuerdo del pasado. Está realmente presente y activo.
Por eso podemos hablar con Él en oración, y cristianos de todo el mundo pueden orar al mismo tiempo y ser escuchados.
Jesús reina como Señor desde el cielo, como un general que dirige su ejército.
Su ascensión le permite coordinar la misión de la Iglesia en todo el mundo.
Por eso decimos que está “sentado a la derecha del Padre”: gobierna con plena autoridad.
Desde su trono celestial, Jesús y el Padre envían al Espíritu Santo.
El Espíritu capacita a los apóstoles (y a nosotros) para continuar su misión en el mundo.
La Ascensión permite que Jesús ofrezca eternamente su sacrificio ante el Padre en el cielo.
Esto se refleja en la Carta a los Hebreos: Jesús no entra a un templo terrenal, sino al templo celestial, con su propia sangre.


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