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Leprosos, o la imposibilidad de adorar a Dios. Domingo VI TO 2024

Continuamos leyendo el evangelio de Marcos.

Estamos todavía en el capítulo uno mientras realizamos nuestro recorrido.

Jesús curando a un leproso.

 

Se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: ‘Si tú quieres, puedes curarme’.  Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: ‘¡Sí quiero: Sana!’ Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio”.

 

Se grabaron a fuego en la imaginación de los primeros Cristianos estos momentos de curación.

Una de las cosas más claras que sabemos de Jesús es que se dedicó a esta clase de trabajo, y se recuerdan tan vívidamente y se cuentan tan vívidamente en los Evangelios.

¿Qué concluimos a partir de esto?

 

1.- Primero es el acercarse hasta el leproso.

la Iglesia como Cuerpo místico de Jesús es la continuación de la obra y la presencia de Jesús a lo largo de los tiempos. Hacemos lo que hizo.

 

Sabemos lo que significaba eso en la cultura de la época de Jesús.

Significaba alguien que estaba excluido, en todos los aspectos.

Era un personaje peligroso.

Allí está este personaje contagioso. Excluido de la comunidad, excluido de la vida de adoración.

Escuchamos en el libro de Levítico que un leproso tenía que mantener su ropa rasgada como un signo de luto y tenía que gritar, “Impuro, impuro”.

¿Puedes imaginarlo? Quiero decir, cuán humillante, cuan degradante debe haber sido para un leproso.

Jesús se acerca al leproso, y esto lo habría convertido ritualmente en impuro, por susceptible a la enfermedad, sí.

Pero más aún, ritualmente impuro. Así de radical, de extraordinario es este acercamiento.

¿Qué hace la Iglesia a lo largo de las épocas? Acercarse.

Existen hoy muchas otras formas de lepra.

Gente que por la razón que sea se encuentra –para utilizar el vocabulario del Papa Francisco- en los márgenes de la sociedad, excluidos, sospechosos, peligrosos, mejor mantenerlos fuera de la vista, fuera de la consideración.

La intuición de la Iglesia debe ser la de seguir a su maestro para acercarse.

incluso cuando acercarse sea peligroso.

Incluso cuando el acercarse podría volvernos impuros.

 

Así que una buena pregunta que dispara este Evangelio, y de nuevo, probablemente hayan escuchado esto cientos de veces, pero vale la pena escucharlo de nuevo.

¿Quiénes son los leprosos en nuestra sociedad?

¿Quiénes son los que actualmente de cierta manera son forzados a decir, “Impuro, impuro”, y que nosotros más bien nos mantendríamos alejados?

Aquellas personas que son peligrosas, contagiosas.

Son aquellos a los que deberíamos acercarnos especialmente.

Contaba el obispo Barron a sus seminaristas: “Cuando llegues a tu primera parroquia, una de tus primeras preguntas debería ser: ‘¿Quiénes son los pobres aquí?’”.

 

¿Quiénes son las personas que están en los márgenes, que se sienten excluidos?

Encontradlos. Escuchadlos.

Acercaos a ellos aunque sea peligroso para vosotros, incluso cuando tal vez sean una amenaza a tu reputación, incluso cuando pudierais contagiaros vosotros mismos.

 

El Papa Francisco nos ha estado diciendo esto una y otra vez. Una vez dirigiéndose a sacerdotes dijo, “el aceite de su ordenación debe derramarse por sus cabezas y luego en sus vestimentas, hasta el borde mismo de sus vestimentas y luego fuera hacia el mundo. De otro modo, se vuelve rancio”.

 

Ese aceite de la unción no está destinado a permanecer en mi como un signo de mi privilegio, sino que está destinado a fluir a través mío hacia el mundo.

¿Quiénes son los leprosos, quiénes son los pobres?

Encontradlos, acercaos a ellos.

 

 

2. Aquí está un segundo elemento:
Sentirse como un leproso.

Algunas veces, nosotros, en nuestro pecado, nos sentimos exactamente como el leproso en el tiempo de Jesús.

Oh, las cosas que he hecho, son tan vergonzosas para mí.

Es tal fuente de vergüenza.

Las adicciones que tengo o las cosas que he hecho o las relaciones que he tenido, me mantienen alejado del Señor.

Es como si cuando el Señor se aproximara, existiera cierta intuición en mi cómo pecador que dice, “Impuro, impuro”.

 

La incomparable buena noticia aquí es que al igual que Jesús largo tiempo atrás, violando todas las convenciones sociales y religiosas de su propio tiempo, se acercó a aquellos que estaban forzados a decir, “impuro, impuro”.  

Del mismo modo ahora, en la vida de la Iglesia, él aún se acerca a nosotros.  

 

Nadie es un caso perdido.

¿Por qué?

Porque no dependemos de nuestros logros, no dependemos de mi habilidad para dar un vuelco a mi vida.

Eso no tiene nada que ver con el Cristianismo.

Tiene que ver con abrirse a la misericordia que llega a nuestro encuentro.

Jesús tiene un corazón especial para aquellos que se sienten como leprosos, permítidle entrar.

Y tal vez haya alguien que ahora mismo esté sintiendo, “Estoy en lo más bajo, estoy tocando fondo. No hay esperanza para mí”.

No, no. Tú eres aquel al que él se está acercando justo ahora.

¿Podemos aceptarlo?

De cierto modo, ese el desafío mayor en la vida espiritual, ¿puedo abrirme a la gracia?

 

Recordad esa frase del Señor cuando le dice a la mujer, “¿quieres ser curada?”.

Es una pregunta curiosa, pero ¡cielos! cuanto más tratas con gente en el orden psicológico, en el orden espiritual, te das cuenta que no es para nada una pregunta peculiar.

Esa es la pregunta en cierto modo. ¿Quieres ser curado?

Ábrete.

No me interesa cuán leproso te sientas, cuan indigno te sientas.

Ábrete, él se está acercando a ti ahora mismo.

 

3.- De acuerdo, esta es una tercera perspectiva sobre esto.

Y también lo que creo que seguramente nos perdamos, pero la propia audiencia de Jesús no se lo hubiera perdido.

Pensad en la mujer hemorroísa, Pensad en el leproso aquí, Pensad en el hombre encorvado.

Estas fueron dolencias físicas, por supuesto.

Pero en el contexto religioso de la época, eran también dolencias que apartaban a alguien de la adoración.

Lo volvía impuro a alguien, y entonces eran excluidos, no sólo del acompañamiento social de la comunidad, sino que eran excluidos del templo, eran excluidos de la adoración de la Iglesia.

 

Así que al restaurar la salud física de estas personas, Jesús está también restaurandoles la salud espiritual.

El caso del hombre que está encorvado es interesante porque la actitud de adoración era de pie, derecho.

Así que entonces es como si Israel se hubiera encorvado y ahora fuera enderezado para ofrecerle a Dios la adoración correcta.

 

Así que esta es mi tercera perspectiva sobre la historia.

3.- ¿Podemos interpretar aquí al leproso como alguien que se ha deformado por la falta de adoración?

Lo que hace que nuestras vidas estén ordenadas apropiadamente es la adoración de Dios, cuando honramos a Dios, cuando adoramos a Dios nuestras vidas se ordenan correctamente.

Nos volvemos espiritualmente sanos.

Lo que nos enferma es precisamente la ausencia de la alabanza correcta.


Huyo —Pensad en el hijo pródigo— huyo buscando toda clase de bienes creados.

Estoy adorando toda clase de altares falsos.

¿Acaso no está Jesús, al curar al leproso, llevándolo de regreso a la alabanza correcta?

De hecho, acaso no le dice, “ve a presentarte al sacerdote”.

En otras palabras, es hora de regresar al templo.

Ahora, Pensad en nuestra época, en Occidente.


No es cierto en Nigeria, gracias a Dios cerca del 94% de los Católicos va a Misa.

Es un país espiritualmente saludable.

Pero en Occidente, multitud de personas no acuden a Misa, se mantienen apartados de la alabanza correcta, apartados de la adoración de Dios.

¿Qué sucede?

Se convierten en leprosos, se convierten en distorsionados, deformados.

Se convierten en marginados.

¿Por qué?

Por su propia falta de adoración.  

Miramos esas estadísticas y decimos,“Oh, bueno, sí, es así”.

Eso es algo muy, muy peligroso; que ejércitos especialmente de jóvenes estén alejados de la iglesia.

Y luego nos asombramos, “por qué hay picos de jóvenes con tendencias suicidas, ansiedad y depresión”.

No hay asombro.

Es falta de adoración, falta de alabanza correcta que nos distorsiona.

En resumidas cuentas, y no importa cómo interpretes la historia, en el corazón de la misma está Jesús que se acerca.

Te sientes como un leproso, él se acerca a ti.

Has estado alejado de la iglesia por mucho tiempo, él se acerca a ti.

 

 

¿Quieres saber qué hacer en tu vida de Cristiano?

Imita a Jesús, acércate a aquellos que están en los márgenes.

Esta historia, que está relatada en forma sencilla pero poderosamente concentrada nos cuenta quién y cómo es Jesús en aquel entonces y ahora.





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