Hoy el evangelio proclama dichosos, bienaventurados, felices, afortunados...
A los pobres, a los mansos, a los que ceden y esperan buscando la paz, a los pobres y humildes, a los que la vida les ha quitado protección o riqueza, a los que nunca mentirán por conseguir algo, a los que son débiles o incluso necios a los ojos del mundo...
Pero dichosos porque tienen a Jesús como fuerza, riqueza, seguridad, cimiento, hermano mayor y Señor de todas sus decisiones.
A nuestra parroquia viene tanta gente buscando la paz y la palabra de P.Antonio, que en sus 90 años ha visto tantas tormentas apaciguar, tantos hijos regresar, tantos ambiciónes y vanas empresas naufragar, quedando solo como única riqueza un poquito de fé en Dios.
Yo también lo busco, esperando que por él me responda Dios, por qué no veo mas milagros de Dios, por qué parece que Dios no escucha tanta oración, por qué nuestras instituciones, gobernantes no ven claro lo que parece tan posible, por qué los que oran juntos también se enfadan , por qué se rompen sueños que parecían tan reales...
Me gusta ir a Medjugorje y llevar cuánta gente fuere posible, porque allí, sin palabras y sin pedir milagros, solo con ver y seguir la vida del pueblo, Dios nos regala una certeza sencilla: primero es la confianza aún en la oscuridad, la oración aún en la sequedad, la fidelidad aún en la adversidad ... Y después vendrán los milagros, en Su momento, a Su voluntad, con Su poder y Sus consecuencias, no a nuestro capricho, ni con nuestras prisas, ni tal como los habríamos encargado...
Dios es más sabio y sabe lo que nos guarda con amor infinito, tal como lo expresó en una cruz. Solo necesitamos saber que nuestra cruz está en esa CRUZ ya escuchada y atendida.
Padre Antonio me responde que él no sabe lo que Dios tiene dispuesto para cada uno, ni el fruto que va a dar a nuestras obras, entrega y oración. Pero que me comparte la única certeza que yo necesito tener: que yo soy mortal, que algún día he de entregar a Dios mi alma, mis días, mi afán, mis sueños, mis quejas, todas las cosas que yo tenía claras, y El continuará Su reino sin mis sueños ni mis quejas ni mis fortalezas. Solo debo madrugar y trabajar y hablar o callar , hacer o descansar, vivir y morir.. De tal modo que pueda morir en santidad. E incluso ayudar con mi oración, fidelidad y misericordia a morir en santidad a mis sueños, a mi iglesia, a mi institución, a mis gobernantes... Y a cuántas personas sirvo
Todo está en manos de Dios. Que ninguna de mis / nuestras pobrezas me aparte de la rutina santa, del trabajo gratuito y confiado, de la oración fiel, de la compañía y servicio a los santos que peregrinan junto a mí en este sendero que llamamos iglesia local, parroquia, grupo, comunidad, buenagente, ....
Gracias Señor por esa Cruz en la que has redimido nuestra pobre y pequeña cruz.
Santuario franciscano de San Antonio en Pakutuvenai, Lithuania.
Comments