Tema que resume el día: La gente de fe ve las cosas de modo diferente, ve lo que Dios va a hacer, por encima de lo que está pasando.
Una persona de fe lee historia, ve la televisión, abre sus ojos y ve lo que está sucediendo en el mundo. Pero la persona de fe ve más que eso.
Porque la persona de fe está viendo el propósito de Dios, lo que Dios tiene finalmente entre manos.
Y eso le da a la persona de fe una visión amplia y una especie de comprensión peculiar del mundo.
Es por eso que la gente espiritual muchas veces es percibida como un poco loca.
Nuestras tres lecturas tratan de este tema hoy.
Ezequiel:
“Esto dice el Señor Dios:
‘Yo tomaré un renuevo de la copa de un gran cedro, de su más alta rama cortaré un retoño. Lo plantaré en la cima de un monte excelso y sublime. Lo plantaré en la montaña más alta de Israel.
Echará ramas, dará fruto y se convertirá en un cedro magnífico.
En él anidarán toda clase de pájaros y descansarán al abrigo de sus ramas’”.
((Un paréntesis:
¿Quién fue EZEQUIEL?
Ezequiel fue un sacerdote del templo, en los comienzos mismos del siglo VI a.C.
En el año 597, los babilonios llegan a Jerusalén —es la primera ola del cautiverio de babilonia— y atacan la ciudad, y se llevan parte de sus líderes, incluyendo a Ezequiel.
Y luego diez años después, 587 a.C., arrasan definitivamente Jerusalén, destruyen el templo, llevan al resto de los líderes al exilio.
Es el mayor desastre registrado en la Biblia.
Es un evento que impactó a los judíos de la Biblia, esta destrucción horrible de su gran ciudad —la ciudad de David, el monte Sion y el templo, donde moraba el Dios de Israel.
Fue un desastre inimaginable.
Y ahora, Ezequiel se encuentra, primero que nada, exiliado, en un país extranjero, una tierra extranjera, no habla el idioma, está en lo bajo de la escala social, ha perdido todo su estatus y posición.
A primera vista, Ezequiel podría haber dicho: “Desastre total. No hay esperanzas. Somos una nación derrotada. No tenemos nada”.))
2.- Y es precisamente entonces cuando él dice esto.
No, no. El Señor tomará este retoño de lo alto del árbol, lo plantará en las alturas de Israel, y un gran árbol crecerá y todos los pájaros del cielo lo anidarán.
Está usando un símbolo muy familiar para el mundo antiguo para el Imperio.
Cuando los israelitas no tenían nada, nada.
Estaban exiliados. Desesperados.
Él imagina que del gran reino del que una vez David fue rey supremo, se tomaría un pedacito de aquel árbol y sería replantado y sería incluso más grande, más grande.
Y todos los pájaros viniendo a anidar —ese era un gran símbolo en el mundo antiguo, para todos los reinos y pueblos bajo un gran imperio.
Bueno, nadie… y ellos escucharon esto de Ezequiel y le dijeron, “¿estás desquiciado?
¿estás loco?
¿Estás viendo lo que sucede?
¿Tienes algo de sentido de la historia, y de lo que está frente a ti?
No hay esperanza, y ¿tú sueñas con un nuevo imperio?”.
La gente de fe ve las cosas de modo diferente.
No solo lo que tienen enfrente.
No lo que es obvio incluso para un observador astuto, ven de acuerdo con los planes y propósitos de Dios.
¿Cómo sería posible que reviviera el reino de David?
¿Cómo sería posible que todos los pájaros del aire, todas las personas del mundo se reunieran en sus ramas?
Ezequiel lo vio.
Ezequiel lo vio.
3.- Ahora, adelantemos alrededor de seiscientos años, aparece este predicador judío itinerante, su nombre era Sha'ul, ahora es Pablo, se llama a sí mismo el apóstol, apostellein, que significa “enviar”.
Ha sido enviado en una misión y está proclamando este euangelion, esta buena noticia, buena nueva, para todo el que quiera escucharlo.
Ahora, en nuestra segunda lectura, segunda de Pablo a los corintios, esto es lo que dice:
“Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía”.
Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía.
Él se para sobre la gran tradición del profeta Ezequiel.
Ezequiel vio lo que estaba sucediendo a su alrededor. Pablo vio claramente lo que estaba sucediendo alrededor mientras hacía su recorrido por el imperio romano, pero incluso vio algo por medio de la fe.
¿Qué fue lo que vió?
Fue la fe, por supuesto, en Yeshua Mashiach, así lo llamaría en hebreo, Iēsoûs Khristos en su griego, Jesucristo.
¿Qué vio?
Este hijo de David reunió las tribus en su ministerio terrenal, reunió los santos y los pecadores, reunió sus doce apóstoles —símbolo de las 12 tribus unidas—.
Vio que este Yeshua enfrentó a los enemigos de Israel no usando las armas del mundo, espadas y lanzas, sino cargando sobre sí mismo en la cruz todos los pecados del mundo, crueldad, odio, violencia y todos los demás.
Y pronunciando palabras de perdón
“Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Envolviendo por completo la tristeza, el pecado, el odio del mundo en la aún más grande misericordia divina.
En el camino a Damasco, aun cuando iba a perseguir a los seguidores de Jesús, se encuentra con Cristo resucitado.
“Shaul, shaul, ¿por qué me persigues?”.
“¿Quién eres señor?”.
“Soy Jesús, el que tú persigues”.
El rabino Shaul vio al Cristo resucitado y se dio cuenta en ese momento que él era aquel en el que Dios había enfrentado todo el pecado del mundo.
Se dio cuenta en ese encuentro que Yeshua, Jesús, es el verdadero Señor, el verdadero Mesías de Israel.
Sí, efectivamente el hijo de David.
Y vio, finalmente, que este Señor Jesús —ese es el término que Pablo utiliza todo el tiempo— Iesus Curious, el Señor Jesús, estaba estableciendo un nuevo reino, ciertamente un imperio, destinado a diseminarse por todo el mundo.
¿Cuál fue la vocación de Pablo, el apóstol Pablo?
Reunir a todos los pájaros del cielo en las ramas de este árbol grandioso.
Se hizo realidad la profecía de Ezequiel.
Eso es lo que vio.
El joven Shaul había venido de su Tarso natal hasta Jerusalén para estudiar a las órdenes de Gamaliel, uno de los destacados rabinos de aquel tiempo.
Bajo Gamaliel, él habría aprendido todo: Isaías, Jeremías, Daniel, Ezequiel.
El habría conocido esta extraña y anómala profecía:
Ezequiel parecía soñar un sueño loco que cierto día el Israel exiliado y oprimido se convertiría en un gran imperio.
Shaul habrá leído eso.
Y en el Cristo Resucitado, ¿qué vio?
¡Por Dios, que se está haciendo realidad!
Por Dios, contra toda esperanza, se está haciendo realidad.
Y yo, Pablo, el apóstol, apostellein, he sido enviado para reunir todos los pájaros del cielo.
Él camina por la fe, no por la mera vista.
Ahora, una última parada. Con ese trasfondo en mente, de Ezequiel y de Pablo, aquí está Jesús ahora, hablando en parábolas.
“¿Con qué compararemos el Reino de Dios?
¿Con qué parábola lo podremos representar?
Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte” “en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Lo que se dice aquí es que estas cosas grandes llegan a partir de comienzos muy pequeños.
Pero ven ahora, Jesús mismo está diciendo, en el reino de Dios, la profecía de Ezequiel se está haciendo realidad.
Los israelitas en el exilio, parece que no hay esperanza.
Pero el Señor me ha dicho que tomará ese pequeño retoño, ¿de dónde?, del reino de David.
¿Acaso no es Jesús el hijo de David?
Él tomará ese retoño, lo plantará en las alturas de Israel.
¿Cuáles son las alturas de Israel?
Cuando el hijo del hombre sea levantado sobre el monte Sion, elevado sobre la cruz, atraerá a todos hacia él, plantado en las alturas de Israel, se convertirá en este árbol grandioso, y todos los pájaros del cielo harán nido en sus ramas.
El Señor mismo está diciendo con qué compararemos el reino de Dios.
Todos tenemos que caminar, no sólo por lo que vemos.
Es que si nos movemos solo por la vista, por lo que es aparente en lo inmediato o incluso lo que es aparente para los observadores inteligentes, astutos, veremos del modo más superficial:
El juego de los personajes políticos, los desarrollos económicos, accidentes sociológicos, etc.
De acuerdo.
Pero nosotros no caminamos sólo por eso.
Caminamos por la fe. confiados en la palabra y promesa de Dios, a lo largo de toda la historia de la salvación.
Y por lo tanto, vemos en el mundo a nuestro alrededor, el desarrollo de este gran reino, vemos el crecimiento de este árbol poderoso y vemos cómo se reúnen todos los pájaros del cielo en sus ramas.
Vemos la Iglesia.
Vemos la Iglesia.
Y vemos que nuestra tarea es la misma que la de Pablo:
anunciar que Jesús es el Señor e invitar a todos los pájaros del cielo a vivir a la sombra del Altísimo, bajo su señorío.
Así es como comienza a verse la vida, cuando caminamos no sólo por lo que vemos, sino por la fe.
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