23 oct
13 sept
13 sept

Isaías 11 y los siete dones del Espíritu
Isaías 11 nos presenta la imagen del renuevo del tronco de Jesé, imagen plasmada en el árbol de Jesé de la fachada de la catedral de Chartres: de Jesé brota un árbol, en cuya cima está Cristo rodeado de siete palomas, símbolo de los siete dones del Espíritu Santo.

Isaías anuncia al Mesías de la estirpe de David, sobre el cual se posará el Espíritu del Señor con esos dones, que la tradición ha recogido y meditado (Padres de la Iglesia, Santo Tomás, etc.) y que recibimos especialmente en la Confirmación: el Espíritu nunca viene con las manos vacías.
Sabiduría
No es simple conocimiento humano, sino ver la realidad “desde lo alto”, como desde un avión que permite contemplar toda la ciudad.
Es ver la vida como Dios la ve, “sub specie aeternitatis”, desde la eternidad. La mayoría vivimos pegados a lo inmediato; la sabiduría es el don de ver y juzgar el conjunto como Dios.
Inteligencia y ciencia
No significan entender mejor las matemáticas, sino tener perspicacia en las cosas sagradas.
Se trata de profundizar en el sentido de los grandes misterios: Eucaristía, Encarnación, Cruz, Trinidad…
Mientras nos obsesionamos por política, economía o problemas diarios (que duran unas décadas), estos misterios son los que importan para toda la eternidad.
Por eso estos dones son como un “anticipo del cielo”: una eternidad de entrar en las profundidades de Dios.
Consejo
Es un don práctico: la recta razón sobre lo que hay que hacer en relación con Dios.
Así como un buen profesional tiene “olfato” para el movimiento correcto en su campo, el consejo da olfato para lo que es más conforme a la voluntad de Dios en cada situación.
Ejemplo: Santa Teresita y su “caminito”, encontrar el camino del amor en el momento presente.
Fortaleza
En este mundo caído, hacer el bien siempre cuesta y provoca oposición.
Quien quiere vivir según la voluntad de Dios necesita coraje.
La Confirmación (“confirmare” = fortalecer) es sacramento de fortalecimiento para caminar por el camino del Señor a pesar de las dificultades.
Piedad
No es una religiosidad ñoña o superficial, sino un agudo sentido de lo que le debemos a Dios.
La religión es virtud de justicia: dar a Dios el culto y la alabanza que se le deben, porque Él nos creó y sostiene.
El hecho de que muchos bautizados no vayan a Misa es visto como un fracaso de la piedad, de la religión y, en el fondo, de la justicia hacia Dios.
El piadoso entra con entusiasmo en el culto.
Temor del Señor
No es tener miedo de Dios, sino tener más miedo de no hacer su voluntad que de cualquier peligro del mundo.
Aunque seguir a Dios suponga impopularidad, pérdida de prestigio, trabajo o incluso la vida, el creyente con temor de Dios prefiere perderlo todo antes que dejar de hacer su voluntad.
Así viven los mártires: el siglo XX ha tenido más mártires que todos los siglos anteriores juntos. El mártir dice con su vida: “temo más no hacer la voluntad de Dios que la misma muerte”.
Conclusión:
Estos dones vienen con el Mesías anunciado por Isaías.
En Adviento, al preparar la Navidad, no solo esperamos al Niño Jesús, sino que anhelamos estos dones del Espíritu que Él trae.
La mejor actitud: estar atentos, desearlos, pedirlos en la oración… y dejar que el Espíritu no llegue a nuestra vida “con las manos vacías”.


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