Me alegra celebrar la Eucaristía esta tarde haciendo memoria de san Francisco de Asís que hace ocho siglos peregrinaba a la Tumba del Apóstol para encontrarse con la tradición apostólica que fundamenta nuestra fe.
Felicito cordialmente a la Comunidad Franciscana de A Coruña, a todas las comunidades franciscanas de la Diócesis y a toda la Orden.
Con la luz de la Palabra de Dios, vemos que, al decir de san Pablo, la indefensión de Jesús y de sus discípulos se ha transformado ahora en su estar crucificados. Esta aparente derrota se mostrará como la verdadera victoria. Aunque el mundo aparezca como victorioso, en realidad está crucificado. “En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gal 6,14).
El espíritu mundano es la avaricia, la codicia, la lujuria. San Pablo ahonda más y más en el significado del amor contemplando la cruz de Cristo que siempre nos estremece porque sacude nuestra pasividad, nuestro conformismo, nuestra inmovilidad. Que lleve en su cuerpo las llagas de Jesús, como las llevará San Francisco de Asís, es sólo el signo de su seguimiento radical, en el que Pablo es ciertamente consciente de la distancia que le separa del Señor.
Sólo a partir de la cruz de Cristo puede en nombre de la Iglesia prometer paz y misericordia, pues la victoria sobre el mundo se encuentra únicamente en la cruz de Jesús.
Ante la página del Evangelio os confieso que desearía callar, no interferir con mis palabras en ese diálogo íntimo entre el Hijo y el Padre. Para entrar en este diálogo se requiere la fuerza del Espíritu. Podemos referirnos a tres aspectos:
+La revelación que Jesús hace mostrando su relación especial con el Padre. La oración está llena de sentimiento; Jesús alaba a Dios Padre que en realidad, quiere manifestarse a todos, pero solo aquellos que sientan que “les falta algo”, que están necesitados de algo más, serán capaces de tener los ojos y los oídos abiertos a la revelación de su amor. Los pequeños, los sencillos, son los sabios porque tienen mayor capacidad de recibir amor y corresponder a él.
+ Un segundo aspecto es la llamada a la confianza. Jesús se ofrece para dar consuelo en el sufrimiento, para calmar el agobio que nuestra vida ajetreada nos produce. ¡Qué mensaje más actual para una sociedad que siempre tiene prisa! En la vida siempre tendremos que cargar con dificultades. Jesús nos presenta su corazón afable y humilde para poder descansar en él. Esto exige una ruptura con la sabiduría del mundo para aprender de Él, que es "manso y humilde de corazón". Qué bien sabía Jesús lo que pasa en el corazón de la gente y del pueblo que sufre.
+Un tercer aspecto: La invitación de Jesús a aprender de Él que es manso y humilde corazón. El evangelio muestra la ternura con que Jesús acoge a los pequeños. El quería que los pobres encontrasen en él paz y descanso. La actitud de Jesús ante el Padre que no oculta nada a su Hijo sino que le da y le revela todo lo que Dios tiene, es de perfecta obediencia y disponibilidad.
Cuando Jesús invita a los que están cansados y agobiados a encontrar su alivio en él, está siendo en el mundo la imagen perfecta del Padre: su Espíritu es el mismo, el espíritu de su bondad y misericordia. Fueron los pequeños los primeros que le acogieron desde el primer momento. El cristianismo no se apoya en la ignorancia sino sobre la humildad; no condena la ciencia y la sabiduría sino la soberbia y la presunción del hombre. Para intervenir coherentemente en los quehaceres de Dios hay que aceptar la condición de negarse a si mismo más allá de presunciones y activismos tecnificados que no son garantía de Dios.
Así lo entendió y vivió san Francisco de Asís. En él aprendemos los valores cristianos fundamentales: como son el seguimiento e imitación de Cristo pobre, la contemplación, la fraternidad, la pobreza, el amor a la naturaleza, la sencillez y la alegría. Con Francisco de Asís queremos leer creyentemente la realidad que nos toca vivir. “En su persona Francisco presentó a sus contemporáneos y a los siglos venideros como un nuevo ejemplar de Jesucristo”, dijo el Papa Pío XI. La experiencia del Dios Amor abre siempre a una vida virtuosa expresada en la radicalidad evangélica y universalidad de la fraternidad. El reconocimiento de Dios como sumo Bien exige al hombre dejar de considerarse como centro, abandonar el espíritu de posesión y dominio, y adoptar la actitud de desprendimiento que es la base de la libertad de los hijos de Dios en quien encuentran la armonía de todo lo creado. Vivamos nuestro seguimiento de Cristo con serenidad y alegría, dando gracias a Dios. “Su amor es para siempre”.
Queridos franciscanos, con san Francisco de Asís, prolongáis la obra de Cristo que es anunciar el Evangelio, y cuidar de los pobres en el cuerpo y en el espíritu. Sois los herederos de quien permaneciendo unido a Jesús, siempre tuvo en cuenta la profundidad del drama humano del que nunca se sintió ajeno. La herencia que os ha dejado es la pobreza, la humildad, la sencillez. Seguid escuchando a Cristo para cumplir la voluntad de Dios. Invocad a vuestro Padre san Francisco, para que os alcance del Señor la luz y la fuerza que necesitáis para continuar con vuestra misión a través del tiempo. Al hacerlo, acordaos de nosotros. ¡Amén!
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