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I D. Adviento 2023. No puedes salvarte a ti mismo

Primer domingo de Adviento,

Nuevo litúrgico.

Un tiempo para volver a las bases.

Como un atleta regresa al entrenamiento básico.


Algunas de las verdades fundamentales de nuestra fe se muestran en estas lecturas.


La liturgia de hoy es una queja del corazón.

Pidiendo a Emmanuel —Dios con nosotros— que venga.

Sea cual fuere el problema que tengamos, no lo podemos resolver nosotros.

Somos mendigos, estamos pidiendo, Emmanuel, ven, ven, ¿para hacer qué?

Libra al cautivo Israel.

Gente cautiva y mantenida prisionera por un rescate, esa era una experiencia común en el mundo de la Biblia.


Imagina esta situación:

La gente viaja, algunas veces distancias largas, y habría ladrones y asaltantes y secuestradores que los llevarían a sus países lejanos y los mantendrían cautivos pidiendo un rescate.

Has sido capturado, te han llevado a un país distante y ahora encadenado te mantienen prisionero.


¿Qué puedes hacer para salvarte?

Nada. Excepto gritar:

"Ven, ven, alguien que me salve".

Tal vez han enviado un mensaje a tu ciudad a tu país pidiendo un rescate.


Lo único que puedes hacer es rogar y tener esperanza.

Al cautivo Israel, que sufre desterrado aquí.

Piensa en alguien que está cautivo por un rescate.

Está exiliado.

Esto describe exactamente el ámbito espiritual en el que estamos todos.


¿Quieren saber cuál es el enemigo del Cristianismo?

Es la visión de “Sí, tengo problemas, seguro; pero puedo solucionarlos con el suficiente conocimiento psicológico, con la suficiente práctica de las virtudes, con la suficiente reforma social, si simplemente enderezamos la situación política, mejoramos la economía. Sea lo que sea, puedo salvarme a mí mismo de mi dilema".


Esa es una herejía muy, muy antigua llamada pelagianismo.

Y al igual que la mayoría de las herejías antiguas —me viene a la mente el gnosticismo, que está en boga masivamente en la actualidad— el pelagianismo está vivo y coleando hoy.

Todos admiten que tienen problemas.

No conozco a nadie que viva en una utopía completa.

Pero mucha gente a lo largo de los tiempos hasta la actualidad piensa, “Bueno, puedo resolverlo, puedo lidiar con esto yo solo de algún modo”.

Esa visión —y san Agustín vio esto, fue uno de sus logros más relevantes— esa visión es la enemiga de una religión de salvación como el Cristianismo.


El supuesto detrás del Cristianismo es el dilema en el cual estamos, el problema en el que estamos, no es uno que podemos resolver; antes bien, necesitamos la gracia.

Necesitamos que venga un poder desde el exterior a nuestra disfunción para remediarlo.


Kierkegaard, el gran filósofo Protestante, tuvo razón cuando dijo “los Cristianos no buscan un maestro”.

Ya saben, todo tipo de personas busca un maestro.

“Oh, un maestro que me enseñará algunas grandes verdades espirituales, me enderezará psicológicamente, y luego estaré bien”.

No, no.


Los Cristianos no buscan un maestro, principalmente.

Buscan un salvador.

Buscan un salvador.

Oh ven, oh ven Emanuel. Libra al cautivo Israel.

No puedo salvarme o rescatarme a mí mismo.


Cuando eres adicto ya sea al alcohol, drogas, sexo, pornografía, al poder.

Todas las formas de pecado son en verdad formas de adicción.

Cuando estás atrapado por una adicción, ¿qué es lo que no puedes hacer?

No puedes salirte de ella por ti mismo.


Piensen en el programa de los 12 pasos.

Muchos de los que me escuchan han atravesado alguno o conocen a alguien que lo ha hecho.

El paso clave en todos los programas de 12 pasos es: admitir tu impotencia y dirigir tu vida hacia un poder más elevado.

Correcto.


Eso nació del Cristianismo.

Esa idea nació del Cristianismo.

Es una idea antipelagianista.

Si dices, “Mira, no tengo poder sobre esta adicción. Y cuanto más trato de hacerlo correctamente a partir de mi propio esfuerzo, peor lo voy a hacer”.


No, no.

Oh ven, oh ven Emanuel.

Dirige tu vida hacia un poder más elevado.

Solo de ese modo vas a salvarte.


“Imagina a un niño que crece en una familia que es profundamente disfuncional. Hay violencia emocional, incluso violencia física, hay discusiones, y hay depresión. Es un ambiente de infelicidad. Pero el niño descubre que cruzando la calle existe una familia. Están allí el papá y la mamá, se escuchan risas en la casa, en el jardín del frente los niños practican deportes entre ellos, con sus padres.

En medio de su profunda infelicidad, mira enfrente a esta familia muy feliz. Y anhela, anhela poder ser parte de esa familia.

Bueno, finalmente un buen día el padre golpea a la puerta de la casa de este niño.

Él abre la puerta y allí está el padre de esta familia hermosa que le dice, “¿quieres venir a vivir con nosotros?”.


Esa es una imagen de cómo luce la redención, la salvación.

Nosotros, los seres humanos, somos parte de una familia disfuncional. Esto es exactamente lo que nos enseña la doctrina del pecado original, ya que estamos.


El pecado nos afecta a todos como una atmósfera venenosa.

Existen pecados particulares que nosotros cometemos, eso es verdad.


Pero el pecado original nombra a este ambiente de pecado que ha estado presente desde el comienzo de la raza humana, que nos condiciona. Controla de hecho nuestras mentes, nuestras voluntades y sí, incluso nuestros cuerpos caprichosamente.

No estamos en control de eso.

Es como si hubiéramos nacido en esa familia disfuncional.


Oh ven oh ven Emanuel. Libra al cautivo Israel.

No puedo mediante la ética manejar mi salida de esa familia disfuncional.

No. Alguien tiene que venir.

Cierta gracia tiene que venir desde afuera e invitarme a compartir una vida más elevada y mejor.

Comprender este principio es comprender el Cristianismo.

Y el Adviento es el tiempo en que debemos entrar en contacto con nuestra disfunción, nuestra profunda necesidad de la gracia.


Solo en ese momento estaremos listos para recibir la venida de Cristo.

Mientras pueda salvarme a mí mismo,

“Oh, sí, Jesús, que gran personaje ético de largo tiempo atrás. Fue ejemplar, una vida buena.

Alguien que admiro.

Bueno entonces la Navidad se vuelve rápidamente esta celebración tonta, superficial que tenemos en nuestra sociedad, con Santa Claus y regalos y pompa.


El Cristianismo, la Navidad, se trata todo sobre gente cautiva, que no puede salvarse a si misma y que está anhelando la venida del Salvador.


El profeta Isaías, en nuestra primera lectura:

“Estabas airado —le habla al Señor— porque nosotros pecábamos y te éramos siempre rebeldes.

Todos éramos impuros y nuestra justicia era como trapo asqueroso;

todos estábamos marchitos, como las hojas, y nuestras culpas nos arrebataban, como el viento”.


Podrías decir, “oh, qué visión pesimista”.

No es pesimista.

Esa es la visión realista de alguien que está viviendo dentro de una familia disfuncional.

No quiere decir que no esté sucediendo nada bueno dentro de la realidad humana.

Ese no es el caso. Pero él sabe en sus entrañas que no puede salvarse a sí mismo.

Que incluso sus mejores acciones están afectadas por el pecado.

Y por eso clama.


“Nadie invocaba tu nombre, nadie se levantaba para refugiarse en ti”.

Esa es una buena actitud de Adviento.

¿Qué podemos hacer durante este tiempo? : Invocar su nombre.

Ayúdame. Sálvame.

Emanuel ven, ven.

No puedo hacer esto por mí mismo.


Pablo, en la segunda lectura de este domingo I de Adviento captó todo esto:

Es el corazón de su enseñanza.

Pablo se dirige a los corintios: “Hermanos: Les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor”.


Karis es la palabra que usa Pablo. Gracia.

El cristianismo no es una religión de karma, no es una religión de autopromoción o de conseguir logros, no es un proyecto pelagiano.

El Cristianismo es una religión de gracia.

Don gratuito.

Lo que dice Pablo es, “esta gracia que necesitamos y que anhelamos ha llegado a nosotros en Cristo Jesús, nuestro Señor”.

Abríos a él. Rendíos ante él.


Es el regalo gratuito de gracia para los pecadores.

Es como aquel padre, golpeando a la puerta de la familia disfuncional del niño y que dice, "¿quieres venir a vivir con nosotros?".

Gracia y paz.


Pablo desarrolla su enseñanza:

“Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que os ha concedido a vosotros por medio de Cristo Jesús, ya que por éllos ha enriquecido con abundancia”.


No es la riqueza de mis logros morales.

Intento salir a mi modo de esta disfunción.

Eso no va a funcionar.

Pero Cristo me ha dado su gracia y por tanto me “ha enriquecido con abundancia”.

Una clave más aquí, para que les diga cómo luce esto, cómo se siente concretamente.


“Dios es quien os ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel”.

Estamos todos en una familia disfuncional.

Tenemos una adicción.

No podemos salirnos por nosotros mismos.

Tenemos que decir, ven, ven Emanuel.

Y luego la afirmación es que la gracia ha venido.

De acuerdo. ¿Qué hago entonces?

La respuesta no son logros morales más grandes.

No, no.

Quiero decir, eso está bien. Llegaremos allí.

La respuesta es “Id donde está Él. Aceptadlo".


"Muévete a la unión con su Hijo".

La gracia de Cristo ha llegado. La Palabra ha venido.

Entrad a ese ámbito.

Y encontrarás que tu vida entera se ha transformado.

No a través de tus esfuerzos, sino por su unión con Él.


“Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús”, dice Pablo.

También dice “ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”.


Ve donde está Él y quédate con Él.

Y encontrarás que tu vida entera se revoluciona.

Comenzarás a arder con aquel mismo fuego que está en él.

Se llama el fuego del Espíritu Santo.


¿Qué es el Adviento?
Es este tiempo de comprensión de nuestra cautividad.

Si piensas que hay algo superficialmente equivocado en tu vida, no vas a comprender la Navidad para nada.

Se convertirá en algo frívolo.

Tienes que entrar en contacto con tu disfunción y tu incapacidad de salvarte a tí mismo.

Y luego, desde las profundidades de tu existencia podrás decir

“ven, ven Emmanuel. Libra al cautivo Israel”.

Enamórate de Cristo. Permanece enamorado de Cristo.

Encuentra unión con Él. Esa es nuestra salvación.







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