LA CENA DE EMAUS. Caravaggio, 1602
- Fray Dino
- 9 jun
- 3 Min. de lectura

La obra maestra de Caravagio sobre la Resurrección: La cena de Emaús. Un cuadro en el que la clave de interpretación está en un pescado que no se ve y en un personaje que eres tú. ¿Lo vemos?
Representa el pasaje evangélico del mismo nombre. Concretamente, los versículos 30 y 31 cuando dice: «Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista».
Si te fijas en algunos detalles, el frutero a punto de caerse, el discípulo levantándose de la silla... el cuadro parece un fotograma congelado de una escena trepidante de una película,
Y es que lo que pretendía Caravaggio era plasmar ese nanosegundo antes de que el Resucitado ¡PUF! desapareciese.


Las manos de Jesús están realizando el gesto de bendición sobre la copa de vino y el pan tal y como relata el Evangelio. Es un gesto sacerdotal en clara referencia a la Eucaristía:






El ave nos habla de la muerte, del sacrificio en la cruz, no olvides que las aves (las tórtolas, los pichones…) eran sacrificios aceptables en el templo, especialmente por los pobres.

¿Y dónde está el pescado que no se ve a simple vista?
Pues fíjate en esta sombra sobre el mantel.


El pescado tiene un gran simbolismo en el cristianismo. La palabra griega “ΙΧΘΥΣ” (Ichthys) significa “pez”, pero también es un acrónimo de: Iēsous Christos Theou Yios Sōtēr. Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador. Y era usado por los primeros cristianos como un símbolo secreto.
Jesús alimentó a las multitudes con pan y pescado (Mateo 14, 13-21), prefigurando la Eucaristía. Aquí, el pescado podría ser un eco de esos milagros, con la sombra recordando que el milagro continúa, pero ahora en forma sacramental y no visible.
¿Y cuál es el personaje que eres tú?
Pues Caravaggio te ha pintado a ti como al mesonero, asiste al milagro como espectador, pero sin inmutarse, con los pulgares en el cinto.
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