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LA  CENA  DE  EMAUS. Caravaggio, 1602



La obra maestra de Caravagio sobre la Resurrección: La cena de Emaús. Un cuadro en el que la clave de interpretación está en un pescado que no se ve y en un personaje que eres tú. ¿Lo vemos?


Representa el pasaje evangélico del mismo nombre. Concretamente, los versículos 30 y 31 cuando dice: «Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista».


Si te fijas en algunos detalles, el frutero a punto de caerse, el discípulo levantándose de la silla... el cuadro parece un fotograma congelado de una escena trepidante de una película,


Y es que lo que pretendía Caravaggio era plasmar ese nanosegundo antes de que el Resucitado ¡PUF! desapareciese.


Las cualidades extraordinarias del cuerpo glorioso de Cristo quedan patentes también en su rostro, que no tiene nada que ver con las representaciones clásicas de Jesús, con barba.  Y es que Jesús puede cambiar su apariencia para no ser reconocido, por eso tampoco tiene las llagas.
Las cualidades extraordinarias del cuerpo glorioso de Cristo quedan patentes también en su rostro, que no tiene nada que ver con las representaciones clásicas de Jesús, con barba. Y es que Jesús puede cambiar su apariencia para no ser reconocido, por eso tampoco tiene las llagas.

Las manos de Jesús están realizando el gesto de bendición sobre la copa de vino y el pan tal y como relata el Evangelio. Es un gesto sacerdotal en clara referencia a la Eucaristía:

A la izquierda de la imagen, un discípulo salta de su silla y parece que la va a lanzar por los aires. Es Cleofás, que reacciona con sobresalto. El gesto y la tensión muestran el impacto del reconocimiento. Es la irrupción divina en la cotidianidad: ¡Cristo está vivo!
A la izquierda de la imagen, un discípulo salta de su silla y parece que la va a lanzar por los aires. Es Cleofás, que reacciona con sobresalto. El gesto y la tensión muestran el impacto del reconocimiento. Es la irrupción divina en la cotidianidad: ¡Cristo está vivo!
Al discípulo de la derecha, de quien el Evangelio no nos da el nombre, lo vemos con un gesto de sorpresa que es el de los brazos en cruz en clara referencia a la crucifixión.
Al discípulo de la derecha, de quien el Evangelio no nos da el nombre, lo vemos con un gesto de sorpresa que es el de los brazos en cruz en clara referencia a la crucifixión.
Fíjate en el detalle de la concha en el pecho, símbolo del peregrino. ¿Y si para reconocer a Jesucristo resucitado necesitamos peregrinar junto a él (escuchando su palabra como ese discípulo de Emaús que anduvo a su lado)? ¿Y si no puede haber Resurrección sin cruz?
Fíjate en el detalle de la concha en el pecho, símbolo del peregrino. ¿Y si para reconocer a Jesucristo resucitado necesitamos peregrinar junto a él (escuchando su palabra como ese discípulo de Emaús que anduvo a su lado)? ¿Y si no puede haber Resurrección sin cruz?
Los detalles de la mesa nos hablan de muerte y vida, cruz y resurrección.
Los detalles de la mesa nos hablan de muerte y vida, cruz y resurrección.

El ave nos habla de la muerte, del sacrificio en la cruz, no olvides que las aves (las tórtolas, los pichones…) eran sacrificios aceptables en el templo, especialmente por los pobres.

La cesta de frutas a punto de caerse nos retrotrae al jardín del Edén. Las hojas de parra o de higuera con las que Adán y Eva taparon su desnudez tras "la caída".
La cesta de frutas a punto de caerse nos retrotrae al jardín del Edén. Las hojas de parra o de higuera con las que Adán y Eva taparon su desnudez tras "la caída".

¿Y dónde está el pescado que no se ve a simple vista?

Pues fíjate en esta sombra sobre el mantel.


Fíjate en las frutas podridas, los higos y las granadas abiertas, las manzanas con picaduras nos hablan de la muerte que entró en el mundo por la desobediencia del hombre.
Fíjate en las frutas podridas, los higos y las granadas abiertas, las manzanas con picaduras nos hablan de la muerte que entró en el mundo por la desobediencia del hombre.
El pecado, el aguijón de la muerte, ha sido vencido por el Resucitado y esa victoria se nos ofrece a nosotros por la Palabra de Dios y los sacramentos.
El pecado, el aguijón de la muerte, ha sido vencido por el Resucitado y esa victoria se nos ofrece a nosotros por la Palabra de Dios y los sacramentos.

El pescado tiene un gran simbolismo en el cristianismo. La palabra griega “ΙΧΘΥΣ” (Ichthys) significa “pez”, pero también es un acrónimo de: Iēsous Christos Theou Yios Sōtēr. Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador. Y era usado por los primeros cristianos como un símbolo secreto.



Jesús alimentó a las multitudes con pan y pescado (Mateo 14, 13-21), prefigurando la Eucaristía. Aquí, el pescado podría ser un eco de esos milagros, con la sombra recordando que el milagro continúa, pero ahora en forma sacramental y no visible.


¿Y cuál es el personaje que eres tú?

Pues Caravaggio te ha pintado a ti como al mesonero, asiste al milagro como espectador, pero sin inmutarse, con los pulgares en el cinto.

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