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Domingo 24. T. O. 2025

  1. Introducción: la espiritualidad de alto octanaje

    • Comparación con el joven rico: cumplir los mandamientos es bueno, pero no basta.

    • Imagen del deportista o músico que pasa de lo básico al nivel serio.


  2. El desafío radical de Jesús (Lc 14, 26-27)

    • “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre, madre… incluso a sí mismo, no puede ser mi discípulo”.

    • No suaviza el lenguaje: es terapia de choque espiritual.

    • Prioridad absoluta de Dios: solo Él es el summum bonum.

    • Jesús propone una espiritualidad exigente, como pasar de amateur a profesional.


  3. La exigencia positiva

    • Poner a Dios por encima incluso de los bienes más altos (familia, propia vida).

    • Ejemplo de Abraham e Isaac: amar a Dios más que al hijo amado.

    • Testimonio de los mártires.

    • Texto duro: amar a Dios por encima de todo, incluso de la familia y de uno mismo.

    • Dios primero, por encima de los mejores bienes.


  4. La exigencia negativa

    • Reconocer cómo el orgullo pervierte relaciones (manipulación, control, egoísmo).

    • Cuando las relaciones se vuelven tóxicas, deben ser “odiadas” (renunciadas).

    • rechazar lo manipulado y orgulloso en nuestras relaciones.


  5. La cruz como criterio del discipulado

    • “El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.

    • La cruz significa ser despojado de riqueza, placer, poder, honor.

    • Pregunta radical: ¿para qué me levanto cada mañana? ¿qué es lo más importante de mi vida?

    • despojo de placeres, honores y seguridades para seguir a Cristo.


  6. Aplicación pastoral

    • Advertencia contra la “espiritualidad fácil” (ser solo buena persona).

    • Los mandamientos son solo la base, no la meta.

    • El discipulado verdadero exige poner a Dios como bien supremo y soltar los apegos.

    • revisar qué mueve realmente mi vida.


  7. Conclusión

    • No domesticar las palabras de Jesús.

    • Dejar que su desafío llegue hasta el alma.

    • Llamada a un discipulado radical y serio.

    • no rebajar el Evangelio; acoger el reto total del discipulado.

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La Cruz Exaltada como Símbolo de Amor y Victoria

Hoy celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Una fiesta que, a primera vista, puede parecer algo paradójica: ¿cómo es que algo tan doloroso, tan humillante como la cruz de Cristo, puede ser algo que exaltemos con serenidad y gratitud? Sin embargo, en la cruz vemos la plenitud del amor de Dios, su victoria sobre el pecado, la muerte y la desesperanza.



  1. El horror original de la cruz

    • En tiempos antiguos, la cruz era un instrumento de tortura, de humillación pública, de escarnio y muerte cruel. Era un castigo reservado para los más despreciados, para quienes se enfrentaban al poder del imperio.

    • Para el mundo grecorromano, la cruz simbolizaba terror, vergüenza, derrota absoluta. Nada más lejos de lo que tendrían por símbolo de victoria o triunfo.


    2. La cruz exaltada por la resurrección

    • Pero los primeros cristianos, tras contemplar la Resurrección, vieron algo diferente: la cruz no era simplemente un instrumento de muerte, sino parte del camino por el que Dios salvaría al mundo.

    • Como dice San Pablo: “me propuse no saber entre vosotros nada sino a Cristo, y éste crucificado” (1 Cor 2,2). No escondemos, sino q la exaltamos precisamente porque en ella Dios se revela como amor supremo.

    • En la cruz, Dios abraza “los más oscuros lugares” de nuestra existencia: el dolor, la debilidad, la injusticia, el abandono. Y los transforma con su gracia.


    3. La cruz: símbolo de orden restaurado y de humildad

    • La cruz nos enseña que justicia no significa simplemente castigar lo malo, sino restablecer el orden, restaurar la armonía rota entre Dios y el ser humano, entre nosotros mismos.

    • En la cruz descubrimos que Dios no es indiferente al sufrimiento; Dios carga con el sufrimiento, lo convierte en camino de redención.

    • También aprendemos que la exaltación auténtica está en la humildad, en el don de sí mismo. Jesús, aunque siendo Dios, se deja humillar hasta la muerte—y precisamente en esa humildad se manifiesta la gloria.


    4. Nuestra respuesta: cruz, compromiso, proclamación

    • Hoy se nos invita a contemplar la cruz no como adorno pasivo ni como mero símbolo decorativo, sino como señal de compromiso: ¿Estoy dispuesto/a a cargar mi cruz, a vivir según el amor sacrificado?

    • ¿Dónde en mi vida hay egoísmo, orgullo, omisión, indiferencia que necesitan ser crucificados, es decir, dejados atrás?

    • Asimismo, esta exaltación nos llama a proclamar la cruz con valor, a dar testimonio en un mundo que prefiere la apariencia, el poder, el éxito, lo cómodo. La cruz no es glamour, pero en ella está la victoria definitiva.


    5. Conclusión y bendición

    La cruz de Cristo —que alguna vez fue tortura y vergüenza— hoy es nuestra esperanza y nuestra fuerza. Al exaltar la Santa Cruz, no alzamos un instrumento de muerte, sino el signo vivo de amor redentor, de entrega suprema, de victoria sobre el mal.

    La contemplación de la cruz transforme nuestro corazón, nos libere de todo lo que nos aleja de Dios, nos haga vivir con humildad y valentía, y nos lleve siempre a proclamar con alegría: Cristus vincit, Christus regnat, Christus imperat — Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera.

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