León XIV: «Construyamos una Iglesia misionera que sea levadura de unidad ante el odio»
- Fray Dino
- hace 1 día
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En la homilía de la Misa de inicio de su pontificado, el Papa ha hecho hincapié en dos claves: amor y unidad ante «un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres»
«En estos últimos días hemos vivido un tiempo particularmente intenso. La muerte del Papa Francisco ha llenado de tristeza nuestros corazones». Con estas palabras ha comenzado el Papa León XIV su homilía durante la Misa de inicio de su pontificado que ha tenido lugar este domingo en el Vaticano. Una vez más, y tal y como hizo al asomarse por primera vez al balcón pontificio después de ser elegido en el cónclave, Prevost ha iniciado su intervención recordando a Francisco, lo cual ha arrancado los aplausos de los asistentes, y ha finalizado citando la encíclica Rerum novarum, de su predecesor León XIII.
Después de recibir las insignias episcopales petrinas, que son el palio y el Anillo del Pescador, el Pontífice ha relatado cómo el colegio de cardenales se reunió «con historias personales y caminos diferentes» con la tarea de elegir un nuevo sucesor de Pedro. Una figura que él mismo ha definido como «un pastor capaz de custodiar el rico patrimonio de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de mirar más allá, para saber afrontar los interrogantes, las inquietudes y los desafíos de hoy», ha explicado.
«Fui elegido sin tener ningún mérito, con temor y trepidación. Vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia».
Ante una plaza abarrotada, León XIV comienza así oficialmente su ministerio petrino. Un servicio marcado por el amor a los hermanos, «hasta ofrecer la vida por ellos», ha señalado el Papa, que ha puntualizado que «no se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús». En este sentido, el Pontífice ha insistido en «no ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás», y ha apelado a la unidad en «la Iglesia en comunión fraterna, armonía del Espíritu y convivencia de las diferencias».
Ante más de 250 delegaciones internacionales y líderes mundiales, ha hecho hincapié en dos claves: amor y unidad. Dos dimensiones con las que ha animado a «no dejar de lanzar la red para sumergir la esperanza del Evangelio en las aguas del mundo». Además, en su inicio de pontificado, el Santo Padre ha expresado su deseo de «una Iglesia unida que se convierta en fermento para un mundo reconciliado», ya que actualmente vemos a nuestro alrededor «demasiada discordia y violencia, y demasiadas heridas por el odio, los prejuicios, el miedo a lo diferente y por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres».
En ese mundo y ante ese panorama, «nosotros queremos ser una pequeña levadura de unidad, comunión y fraternidad», ha asegurado Prevost. «Queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡Miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! Y escuchen su propuesta de amor». Un camino que, lejos de recorrerlo solos, ha hecho extenso a las «Iglesias cristianas hermanas, a quienes transitan otros caminos religiosos y a aquellos que cultivan la inquietud de la búsqueda de Dios».
En línea con la vida de Prevost, ha invitado en su homilía a vivir con «un espíritu misionero, sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo». Sin anular las diferencias y «valorando la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo». «Construyamos una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia y se convierte en fermento de concordia para la humanidad», ha pedido León XIV.
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