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Son «sisisís», estudian, trabajan y ayudan: «Gracias a alguien que vivía en la calle conocí a una de mis mejores amigas»

Foto del escritor: Fray DinoFray Dino
Artículo publicado en la revista YES, de La Voz de Galicia, el sábado 22 de febrero de 2025
Artículo publicado en la revista YES, de La Voz de Galicia, el sábado 22 de febrero de 2025

La fuerza solidaria de la generación Z la muestran Paloma e Irene. Paloma, consultora de recursos humanos, colabora con la patrulla solidaria -BoanoiTe- que los viernes por la noche reparte chocolate y café por las calles de A Coruña. Irene estudia Trabajo Social, trabaja como camarera y es voluntaria de Protección Civil


Aunque ha pasado más de unas vacaciones echando una mano en Marruecos, Paloma empezó a romper la burbuja de una realidad con todas las necesidades básicas cubiertas mirando al lado de casa, en su barrio, en su ciudad. Que no hay que irse lejos para ayudar lo sabe por experiencia esta chica que llevó a casa la fortuna por Navidad.

Paloma es un premio gordo de la lotería. Literal. Nació un 22 de diciembre, el de 1996, pero la suerte de su madre no fue un número ni alto ni lluvioso en millones: 3.350 gramos, los que pesó al nacer la pequeña, hoy consultora de recursos humanos con alta solidaridad.


Paloma, que piensa que hay tiempo para todo, cambió un par de veces parte del veraneo de amigos por prestar ayuda en Marruecos. «Fueron 20 días, son días que te aportan muchas cosas, pero no es lo que la gente suele entender por unas vacaciones. No hay que idealizarlo, porque no tiene nada que ver el postureo en redes con lo que es el voluntariado de verdad», afirma. De hecho, no se escabulle para poner un ejemplo: «Tú ves mis fotos de voluntariado en Marruecos y me ves por el edificio en el que estaba echando una mano y soy dos personas diferentes».

Ni es ideal ni la gente con carencias es tan feliz como se suele vender...


Desde que acabó la etapa del colegio, Paloma es una persona «altamente sensible con las personas que están en situación vulnerable». Pronto la atrajo el hecho de hacer acompañamiento a personas mayores, así como hacer cuestionarios de salud y de situación psicosocial. Y el enganche surgió en la asociación de la que a día de hoy cuenta ya ocho años de voluntaria.


Veinte años no es nada, dice el tango, pero no hay nada como los 20 años para que baile la vocación muy pegada al cuerpo de la vida. A los 20, Paloma estaba en segundo de Relaciones Laborales y Recursos Humanos. «Quizá hoy habría estudiado una carrera más orientada a la parte social, como Trabajo Social o Psicología, pero con 18 fue lo que elegí», cuenta mirando un poco atrás. Fue con 20 cuando empezó en Hogar BoanoiTe, iniciativa que apoya a personas sin recursos de A Coruña que carecen de un hogar.


Todo empezó un martes a la hora de la cena

Paloma probó el bienestar que hace sentir el ayudar. Empezó a colaborar con ese hogar gracias a la madre de una compañera del colegio; un martes fue a cenar con usuarios de esa vivienda que acogió el proyecto solidario en una vieja casa en Mesoiro y que desde el 2015 se sitúa en el antiguo Padre Rubinos, se sintió cómoda con aquella cena y los juegos de mesa, y a partir de entonces ese martes se convirtió en rutina semanal.


Cerca de casa, Paloma descubrió pronto la experiencia de tener otra familia. «En este caso, hay un trabajador social y el resto de las personas que se ocupan de que el proyecto funcione son voluntarios. Los voluntarios son jóvenes que tenían las mismas inquietudes que yo cuando lo crearon, tratan de que la situación de las personas sin hogar vaya a menos echando una mano. Este debería ser un objetivo global, pero cada grano que se aporta cuenta. ¡Desde el minuto uno te sientes como en familia además!», asegura. Los martes pasaron a ser, desde entonces, de cena y juegos de mesa en el hogar del antiguo Padre Rubinos, y los viernes, tocaba patrulla por las calles de la ciudad, «para que la conocieran más, la parte más cultural y la que les iba a hacer falta conocer para resolver trámites, y que hicieran también un poco de ejercicio».


Ella no se ha sentido nunca poco valorada ni blanco de esas críticas superfluas hacia la generación Z. Siempre ha sido valorada en casa, donde la educaron para ver el mundo más allá de sus cuatro paredes. En aquella época en que tenía aún la carrera por acabar, Paloma estudiaba, trabajaba y ayudaba, una «sisisí» feliz que tenía, y tiene aún, muy clara la relación entre el tiempo y el esfuerzo: «Cuanto menos tiempo tienes, más haces. Ayuda estar ocupada. Quien quiere hacerlo, lo hace, saca tiempo. Hay excusas razonables, pero todos podemos sacar al menos una hora a la semana».


No hay que coger un vuelo y aterrizar lejos de tu rutina habitual. «Siempre hay un vecino o un compañero al que puedes echar una mano», dice. Y sin necesidad de forzar el gesto, con cosas muy sencillas, pequeñas.


A raíz de entrar en contacto con BoanoiTe, Paloma conoció a varias personas sin hogar. Ella no había tratado previamente con nadie en esa situación, «fuera de lo que es una persona que ves a diario en la entrada del supermercado», y estaba «atada a creencias sociales, como ‘la gente vive en la calle porque quiere’. Si bajas a la realidad, te encuentras de todo, como en todas partes y en todas las familias, desde una persona a la que la vida no le ha dado mucha opción o no se ha sabido gestionar a un inmigrante con dificultades para arreglar sus papeles o encontrar recursos, y luego está la realidad que más impacta, en la que podemos estar todos. Nadie a los 20 años se imaginó viviendo en la calle...».

Y sucede. «Sí, claro, estamos mucho más cerca de lo que pensamos», afirma.

Los viernes tienen para esta voluntaria que actualmente vive en Madrid un toque especial. Es por las patrullas nocturnas en que BoanoiTe sale a las calles con termos de café y chocolate para ofrecer una bebida caliente a personas sin hogar. Ella trata de sumarse cada vez que vuelve a su Coruña.



Paloma en uno de sus voluntariados en Marruecos.


Una forma de vida

¿Qué aporta ayudar? «No aporta algo concreto, pero sí que te hace sentirte bien. Lo ves como una forma de vida. Yo ahora si paso delante del supermercado y veo allí a una persona todos los días, no puedo no parar a preguntarle su nombre, simplemente. ‘¿Qué tal, dónde vives, tienes habitación?’, preguntas. Tenemos muy idealizada la parte de ayudar económicamente, pero está bien ayudar a que no se sientan invisibles. Creo que invisibles es justo lo que se sienten en muchas ocasiones, y es lo que hay que cambiar».


A Paloma le han marcado de manera especial cuatro relaciones, cuatro historias surgidas a raíz de su experiencia como voluntaria. «Dos son voluntarias y a día de hoy grandes amigas mías. Y otros dos son usuarios del hogar y a día de hoy también amigos».


Una de esas amistades nació de la solidaridad en Marruecos, donde hizo acompañamiento a personas con discapacidad, a niños y charlas sobre primeros auxilios y enfermedades de transmisión sexual. «Marina y yo éramos muy distintas, en planes, en vida social, pero muy similares en valores. Tras compartir 20 días intensos y en esa situación dura, pasó a convertirse en una de mis mejores amigas».


Dos veranos ayudó en Marruecos Paloma, que también cuenta entre las amistades que le ha dado su vena solidaria a Andrea. «Con Andrea, fue curioso, porque no nos conocíamos de nada y en una ciudad como Madrid ella hizo un post en LinkedIn sobre una persona que vivía en la calle y buscaba empleo y a la que yo tenía en el radar. La publicación de Andrea en la red me llegó, y vi que tenía mal puesto el número del señor. Le escribí para decirle: ‘Tienes mal el teléfono, yo hablé con él la semana pasada. Te paso el número bueno’. Y gracias a una persona que vivía en la calle conocí a unas de mis mejores amigas de Madrid —relata—. Un día una le invitaba a cenar, otro yo le llevaba un edredón. Y así surgieron tres años de amistad».

Otras dos amistades que cuentan aparte para esta coruñesa son las que hizo con dos usuarios del hogar en el que colabora. Uno es un chico cubano de mediana edad con el que se cayó «tan-tan bien» que incluso llegó a viajar a La Habana con la familia para conocer a la del chico. Otro de sus grandes amigos es un señor coruñés «que roza los 70 años y es como un tío». Se hacen regalos por los cumpleaños y siempre se tienen «presentes». «Y yo creo que podría contar con cualquier voluntario de los que conozco para cualquier cosa, ante cualquier apuro, sin duda».


¿Te ha llevado la calidad de estas vivencias y de las relaciones tejidas en torno a ellas a hacer pasar unos filtros o un examen a las amistades? «Es que hay que hacer un poco el encaje. Por suerte, yo tengo un círculo de amistades muy fuerte y sé quién sí y quién no. Te hace ver quién para cada cosa. No todos los amigos sirven para todo», despeja. Y tampoco pasa nada... «Hay amigos más para la fiesta, que a todos nos gusta, ¡y está genial! Y amigos que te valen para ir un mes de voluntariado al otro lado del mundo, y genial. No hay problema, son amistades complementarias», valora.


Un premio gordo


Paloma trabajó dos años en recursos humanos, en selección de perfiles de personas con discapacidad y personas en riesgo de exclusión social. A veces, matiza, el trabajo coincide con esa faceta social que define uno de sus grandes hobbies, ayudar. Otras veces no coincide, y «no pasa nada, hay que aprender a encajar».


No hay que olvidar el inicio de El gran Gatsby, que venía a ser algo como «siempre que sientas deseos de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú», pero qué es de la oportunidad si se la deja escapar... Ella no pierde el tren.


«Nací el día que nací, ¡lo que me hace afortunada! Creo que he tenido siempre las oportunidades de mi mano y que las he sabido coger», manifiesta. «Yo me he criado en una buena ciudad, en una familia trabajadora, no digo ‘buena familia’ [se ríe], que con trabajo, sacrificio y algo de suerte nos hemos ido construyendo», cierra esta historia esta joven que aumenta fortuna en amistades y horizontes, viendo otras realidades, borrando prejuicios y echando una mano a personas vulnerables pero con los mismos deseos y necesidades allí donde otros dan la espalda. Esto es ser un premio gordo de Navidad...



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